El individuo como sujeto geográfico: un aporte fundamental de Élisée Reclus*

Vincent Berdoulay

Profesor emérito, UMR 5319 CNRS-UPPA

“Sólo a través del efecto individual puede suscitarse una evolución en la existencia de los pueblos”: así afirmaba Élisée Reclus la supremacía que otorgaba al individuo en su trabajo de análisis científico (Reclus 1905, v.1, p. IV). En ese aspecto se distinguía claramente de los principales creadores de las ciencias sociales de su tiempo, quienes privilegiaban los fenómenos colectivos ligados a la identificación y el estudio de grupos, ya fuera de población o de clases socioeconómicas. No es sino con los movimientos postestructuralistas de finales del siglo pasado que asistimos a un interés creciente, si bien muy controvertido, por el individuo, el cual connota el empleo de términos variados como “actor”, “agente” o, menos frecuente, sujeto. Es por ello que resulta interesante retornar a la contribución pionera de Reclus, muy marcada por el pensamiento libertario (Vicente 1983, Ferretti 2007, Pelletier 2013). Ésta puede aclararnos los desafíos epistemológicos, teóricos y metodológicos que acarrea enfocar la atención en el individuo en las ciencias sociales y muy particularmente en la geografía.

La cuestión del sujeto

Existe una gran diversidad de teorías que buscan delimitar el papel del individuo en las ciencias sociales. Generalmente se aborda de manera muy estrecha, ya que raramente corresponde a un individuo particular. Éste sólo se considera bajo el ángulo de ciertas variables que desembocan en la creación de modelos de comportamiento o de estructuras sociales. El individuo se establece así a partir de una concepción genérica que busca mostrar cómo actúa en función de representaciones e intereses que el análisis debe evidenciar.

Obedece a lógicas que determinan sus elecciones, dado que busca naturalmente optimizar las ventajas que pueda obtener de ellas. Esta es por otra parte la crítica que François Dubet hace de la concepción del actor en Pierre Bourdieu: “una ficción de sujeto en un sistema todo poderoso” (Dubet 1994, p. 13). En una corriente muy distinta de las ciencias sociales que toma su inspiración de autores como Michel Foucault o Bruno Latour, el acento se sigue poniendo en aquello que determina las conductas, al disolverse el sujeto en el juego de los discursos, los poderes y los deseos que rigen las interrelaciones entre los humanos y entre ellos y los no-humanos.

La elección de la palabra sujeto no es anodina, pues el individuo que parece así escapársenos es claramente aquel que se designa a menudo mediante ese término. Es lo que hace ya mucho tiempo Éric Dardel, gran lector de Heidegger, había escrito basándose en una cita de Karl Jaspers: “[el hombre] ‘no aparece en una ciencia de la cual es el objeto’; él es sujeto, capaz de libertad, de proyectos nuevos y empresas imprevisibles” (Dardel 1952, p. 124). Aunque el término de sujeto sea ambiguo, ya que puede significar tanto a un individuo sometido a una autoridad como un individuo libre de elegir, actualmente se utiliza sobre todo para valorar la parte de libertad, aunque sea mínima, que preside las decisiones y las acciones tomadas por un individuo. Es ciertamente en ese sentido que la emplea toda una corriente de la sociología para la cual el sujeto “se define por la reflexividad y la voluntad, por la transformación reflexionada de sí mismo y su entorno” (Touraine 1992, p. 313).

El individuo abordado como sujeto implica entonces articular, a propósito de estas acciones, la parte de “sujeción” y la parte de “soberanía”. Dicho de otro modo, ¿hay que considerar al sujeto pasivo o activo? ¿Otorgarle una parte de iniciativa remite a postular un hombre abstracto, independiente de todo determinismo, provisto de un espíritu dado de una vez por todas? Es ahí donde las orientaciones proporcionadas por Élisée Reclus merecen atención y entran en sintonía con las investigaciones actuales sobre el sujeto geográfico (Berdoulay et al. 2010).

La ley de la “decisión soberana del individuo”

Es una de las tres “leyes” que Reclus enuncia en un pasaje muy conocido de L’Homme et la Terre (Reclus 1905, v. 1, p. IV). Hay entonces que considerarla en relación con las otras dos: la “lucha de clases” y la búsqueda del equilibrio. Las tres son generalizaciones de fenómenos relativamente constantes que podemos observar desde el punto de vista de la geografía social. Éstas remiten a tendencias, nunca totalmente cumplidas y siempre cuestionadas. Su comprensión permite actuar sobre ellas con el fin de corregir sus momentos más regresivos, al pasar la evolución de las cosas por “progresos” y “retrocesos”.

Reclus se cuida de subrayar que “la persona humana” constituye “el elemento primario de la sociedad” y que el progreso pasa por “la libertad proporcionada en su desarrollo completo a cada persona humana, primera célula fundamental, que a continuación se agrega y se asocia como le place a las otras células de la cambiante humanidad” (ibid.). Se le otorga la supremacía al individuo, tanto desde los puntos de vista epistemológicos, teóricos, como metodológicos, lo que corresponde a sus convicciones anarquistas: “Hay que retornar al individuo en sí mismo, es decir a la célula primordial de la sociedad, para encontrar las causas de la transformación general con sus mil alternativas según las épocas y los lugares” (Reclus 1898, p. 50). Pero es importante resaltar que el individuo en el que se interesa Reclus es en principio y antes que nada un sujeto libre. ¿Sin embargo, resultaría posible que dicho individuo fuese libre en el mundo tal como lo observó Reclus? Por supuesto que no, como él lo señala y denuncia en sus escritos. La historia y la geografía muestran que muchos individuos son oprimidos. Pero éstas demuestran también, siempre según Reclus, que se encuentran en una fase regresiva de la evolución de su sociedad. La idea de libertad del sujeto se acopla con la de su plenitud y al progreso social: “Es en proporción directa de esta libertad y de este desarrollo inicial del individuo que las sociedades ganan en valor y en nobleza” (ibid., p. V).

Así, para Reclus, la sociedad no es más que una suma de individuos y no debería impedir en cada uno de ellos una realización personal. El reconocimiento del individuo constituye la primera, sino es que la única realidad para fundar toda acción. El valor que se atribuye al desarrollo individual es universal y Reclus no duda en repetir con Alexandra David-Neel (Reclus, éd. 1998, p.12): “La finalidad del hombre es ser él mismo; / La finalidad de su vida es no estar muerto haciendo como si viviera”. De ahí la insistencia de Reclus en retornar todo el tiempo al sujeto individual, garante contra los determinismos que se podría querer que jugaran en su contra, y fundamento de las diversas y cambiantes combinatorias sociales.

La geograficidad del sujeto

Podemos retomar de Éric Dardel el término de geograficidad para insistir en la dimensión propiamente geográfica de la existencia humana. Él la presenta así: “Hay que entender entonces la geografía, no como el marco cerrado en el que los hombres se dejan observar como insectos en un terrario, sino como el medio por el cual el hombre realiza su existencia, en tanto que la Tierra es una posibilidad esencial de su destino” (Dardel 1952, p. 124). En Reclus, esta geograficidad es fundamental para comprender que el sujeto individual que él valora es indisociable de su interacción con la Tierra. Pero no se trata de una visión heideggeriana, porque Reclus insiste en la labilidad de esta interacción y su aspecto evolutivo. Comparando la humanidad con un arroyo, escribe: “A todas horas, a cada instante, un cuerpo humano, una simple milmillonésima parte de la humanidad, se desploma y se disuelve mientras que en otro punto del globo un niño surge de la inmensidad de las cosas, abre sus ojos a la luz y se convierte en ser pensante” (Reclus [1869] 2001, p. 150). Es también esta geograficidad radical del ser humano la que motiva la famosa frase que Reclus pone como epigrama de L’Homme et la Terre: “el hombre es la naturaleza que toma conciencia de ella misma”.

En Reclus, el sujeto no es un ser abstracto, está situado, es decir que no es comprensible sino por la mediación de su geografía. Pero, aunque inseparable de la naturaleza, puede perseguir sus fines gracias a un mejor conocimiento de su funcionamiento: “después de haber sido para el globo, durante mucho tiempo, simples productos apenas conscientes, nos convertimos en agentes cada vez más activos en su historia” (Reclus 1869, v.2, p.622). Está claro que Reclus desea que los seres humanos, que se han vuelto más conscientes de su relación con la naturaleza, se puedan convertir en los agentes de su propia organización y distribución sobre la superficie de la tierra. Ahora bien, es en y con el medio que este proyecto es posible. En efecto, “el medio es siempre infinitamente complejo y el hombre está llamado en consecuencia por medios de fuerzas diversas que se mueven en todos los sentidos, se añaden unas a otras, éstas de manera directa, aquellas siguiendo ángulos más o menos oblicuos u obstruyendo mutuamente su acción” (Reclus 1905, v.1, p.108). Es por ello que la geografía de Reclus es una mesología en la que multiplica la noción de medio, al hablar de medio estático o dinámico, de medio-espacio o medio-tiempo, de medio físico o humano, etc. Esta complejidad da al ser humano un margen considerable de maniobra que le permite tratar de escapar de los determinismos de su medio ambiente y remodelar los lugares de acuerdo a sus deseos.

Su geografía es social, ya que el individuo se realiza en lugares y medios que son también sociales. Ciertamente el individuo, punto de partida y culminación del razonamiento geográfico de Reclus, hace que todo grupo humano sea contingente con relación a esta realidad fundamental. Pero eso no se contradice con la necesidad de relacionarse con los otros. Evocando su ideal anarquista de libertad, Réclus precisa que éste comporta “para cada quien el derecho de actuar a su conveniencia, de “hacer lo que quiera”, asociando naturalmente su voluntad a las de los otros hombres en todas las obras colectivas: su propia libertad no se encuentra en lo absoluto limitada por esta unión, sino que al contrario aumenta, gracias a la fuerza de la voluntad común” (Reclus 1898, p.103). La realización de sí no puede entonces concebirse en oposición a la solidaridad social: el progreso de uno se alimenta del progreso del otro y a la inversa, de suerte que “si por lo demás todas las cosas son iguales, los progresos de una sociedad se miden en la libertad de pensamiento y acción de que gozan los individuos” (Reclus, s.f.).

Muchos otros aspectos del pensamiento de Reclus están ligados a su concepción del individuo, como su valorización de la educación, la ayuda mutua, la responsabilidad moral y estética, incluso la cuestión animal. Pero este individuo es siempre abordado en tanto que sujeto geográfico, un ser en busca de libertad que actúa y se construye por su interacción constante con los medios terrestres naturales y sociales. Es por ello que Reclus continúa ofreciendo perspectivas originales para la investigación actual sobre la parte que toca al sujeto en las ciencias sociales.


*Traducción de Ana García Bergua


Bibliografía

Vincent BERDOULAY, Xavier ARNAULD de SARTRE, Danièle LAPLACE-TREYTURE, dir. (2010), “Les figures géographiques du sujet”, número temático de los Cahiers de géographie du Québec.

Éric DARDEL (1952), L’homme et la terre, París, PUF.

François DUBET (1994), La sociologie de l’expérience, París, Seuil.

Federico FERRETTI (2007), Il mondo senza la mappa. Élisée Reclus e i geografi anarchici, Milano, Zero in condotta.

Philippe PELLETIER (2013), Géographie et anarchie. Reclus, Kropotkine, Metchnikoff, s.l., Éditions du Monde libertaire & Éditions libertaires.

Élisée RECLUS (1869), La Terre. Description des phénomènes de la vie du globe, v. 2. París, Hachette.

Élisée RECLUS (ed.1998), prefacio a Pour la vie et autres textes libertaires inédits 1895-1907 de A. David-Neel, París, Les Nuits Rouges.

Élisée RECLUS (1898), L’évolution, la révolution et l’idéal anarchiste, París, Stock.

Élisée RECLUS (1905), L’Homme et la Terre, Bruselas, Librarie Universelle.

Élisée RECLUS (sin fecha), Quelques mots d’histoire, Panfleto.

Élisée RECLUS (2001), El arroyo (Traducción de Histoire d’un ruisseau, 1869), Salamanca, Media Vaca.

Alain TOURAINE (1992), Critique de la modernité, París, Fayard.

María Teresa VICENTE MOSQUETE (1983), Eliseo Reclus, la geografía de un anarquista, Barcelona, Los Libros de la Frontera.


Vincent Berdoulay

Es doctor en Geografía por la Universidad de California en Berkeley. Es profesor emérito de la Universidad de Pau, Francia. Ha sido profesor invitado de diversas universidades de Canadá, Estados Unidos de Norteamérica y Brasil. Es presidente de honor de la comisión de historia de la geografía de la Unión Geográfica Internacional. Sus trabajos tratan sobre historia y epistemología de la geografía, la geografía cultural, el pensamiento ecológico, el equipamiento y el urbanismo. Es autor de numerosos artículos y libros, entre los que destacamos: La formation de l’école francaise de géographie, 2008; L’écologie urbaine et l’urbanisme escrito conjuntamente con O. Subeyran,2002; Des politiques territoriales durables? Lecons d’Amazonie, escrito conjuntamente con X. Arnauld de Sartre, 2011.