Nadia Santillanes, Universidad de California, San Diego
Maximino Matus, El Colegio de la Frontera Norte
Yesenia Ruiz, Universidad de la Ciudad de Nueva York
Guadalupe Rodríguez fue una investigadora de su tiempo que se involucró por años, de forma activa y comprometida, en la investigación y las discusiones relativas al campo mexicano y sus actores. Guadalupe impulsó una agenda de investigación-acción no sólo como académica y formadora de estudiantes, sino también como coordinadora de talleres y seminarios a los que invitaba a campesinos y funcionarios de diferentes niveles, pues entendía el papel clave que tenía cada uno de estos actores en la cadena productiva y la política pública relativa al campo mexicano.
Quienes escribimos estas líneas tuvimos la oportunidad de ser estudiantes de Guadalupe y participar con ella en diversos proyectos y ejercicios de evaluación sobre política pública rural. Al caminar con ella durante años por los sinuosos caminos del campo mexicano aprendimos de su experiencia, rigor académico y práctica profesional.
Como estudiantes nos formamos en el marco del proyecto de investigación “Nuevas estrategias organizativas para productores vinculados a las cadenas agroindustriales de leche, aguacate y limón de Jalisco, Michoacán, Nayarit y Colima”. Dicho proyecto se inició e impulsó hacia 1999 y sus frutos se extendieron hasta bien entradas las primeras décadas del siglo xxi. En él, Guadalupe se planteó estudiar organizaciones productivas de reciente creación que respondían a los nuevos retos derivados de la apertura comercial, la desincorporación de instituciones estatales que actuaban como intermediarias en la cadena de producción y comercialización agropecuaria, y el reconocimiento en la agenda estatal de que los productores y el sector privado debían tomar el papel protagónico ante la intención del Estado de disminuir su intervención a través del ejido. De esta experiencia de intenso trabajo de investigación sobre diversas localidades y productos agropecuarios surgieron numerosas reflexiones y evidencias como son: a) los problemas de coordinación vertical de la cadena alimentaria; b) la compleja interconexión entre procesos de inclusión y exclusión de productores, regiones y países en los procesos de denominación de origen; c) el entretejimiento dialéctico de los procesos materiales, culturales y de poder que informan y conforman el valor comercial y simbólico de los productos agropecuarios en su incorporación hacia el mercado global. Como sus estudiantes, se nos invitó a que generáramos conocimiento en estas áreas, al tiempo que obteníamos experiencia en investigación. Así, nos titulamos con tesis relativas a las dinámicas de poder en torno a las políticas agroalimentarias del Estado (Santillanes, 2006), el valor de los alimentos tradicionales e insertos en las cadenas globales de valor (Matus, 2006), y las nuevas formas de financiamiento en torno al crédito rural (Ruiz, 2005).
Al concluir el proyecto antes mencionado, la preocupación de Guadalupe por la agenda del campo la llevó a investigaciones sobre la soberanía alimentaria y el derecho a la alimentación en México. Bajo esta nueva línea de investigación continuaba una perspectiva crítica que evidenciaba la exclusión de los pequeños productores rurales respecto a la información y a su participación en los procesos económicos nacionales relativos a las políticas rurales. Pero, además, comenzó a incursionar de manera activa en la evaluación de la política pública agroalimentaria del Estado mexicano, y lo hacía con la firme convicción de que ésta era una forma más de apoyar a las poblaciones agrarias del país; siempre fue crítica en las evaluaciones, discutía activa y propositivamente con los funcionarios y exigía el diseño de una política pública coherente que apoyara de forma eficaz a la diversidad de las poblaciones rurales.
Una vez concluida nuestra formación como estudiantes, Guadalupe nos invitó a formar parte de diversas evaluaciones donde realizamos trabajo de gabinete y de campo. Cuando tuvimos la oportunidad de caminar con ella por el campo mexicano, aprendimos de su compromiso con la población rural, y nos enseñó sobre la complejidad que implica generar información de calidad en las buenas prácticas de política pública hacia los productores agropecuarios. Ejemplo de esta reciente dinámica de evaluación fue su vinculación con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sagarpa), el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (fao) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (iica). En todas estas experiencias Guadalupe, además de aplicar su rigor característico en la revisión de matrices e indicadores, insistía siempre en la importancia de incorporar estudios de caso y el trabajo etnográfico. El valor de las conclusiones y resultados a partir de la evaluación cualitativa llevó a que los mismos funcionarios de la Sagarpa la invitaran como asesora y especialista para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 y a la evaluación continua del diseño y desempeño de los programas asociados al campo mexicano.
Como sus estudiantes, agradecemos su generosidad y acompañamiento, que no se limitó a nuestra formación profesional. Hasta el final de sus días se interesó por nuestra suerte, y nos alentó a encontrar nuestra propia voz según íbamos tomando diferentes caminos como profesionales de la antropología. Sólo queda decir que esperamos rendir homenaje a Guadalupe imitando su pasión, compromiso y obstinación por incidir de forma positiva en las condiciones de vida de la población rural y seguridad alimentaria de México.