Economía, política y procesos históricos en Nuevo León y Yucatán durante los siglos XIX y XX: un análisis comparativo 1

Dulce María Sauri Riancho

“Nuevas Miradas sobre la obra de Katz”, es la llamada que convoca la edición de 2016 de la Cátedra que lleva su nombre. En este sentido, el de contribuir hacia una “nueva mirada”, abordaré los casos de Yucatán y Nuevo León. Considero que una de las aportaciones más relevantes del dr. Katz a la historiografía mexicana ha sido destacar la importancia de la historia regional para comprender especificidades en los procesos históricos nacionales y a la vez, encontrar similitudes que permitan establecer interpretaciones de carácter general.  

El interés de comparar la implantación y afianzamiento del porfiriato en un estado norteño, mediterráneo y una entidad ubicada en el sureste de México, península-ínsula hasta mediados del siglo XX, descansa en dos elementos en común, que a la vez los distingue de otras regiones del país al triunfo de la Revolución. El primero, es que ninguna de las dos entidades fue escenario de enfrentamientos violentos de carácter masivo que caracterizaron la fase armada de la Revolución. En el caso de Yucatán, incluso, por esta razón se llega a afirmar que “la Revolución vino de fuera”. La otra similitud tiene que ver con la preservación de su principal base de acumulación capitalista: fábricas y haciendas henequeneras, cuando en otras regiones del país se vivió la expropiación o reparto de sus tierras y haciendas. Existe consenso en que Nuevo León y particularmente Monterrey, resultó menos afectado por la acción revolucionaria debido a su base industrial y a una legislación temprana de protección, al menos parcial, de los derechos de los trabajadores fabriles. En cambio, menos clara resulta la situación de Yucatán, con una economía agroindustrial, trabajadores de las haciendas henequeneras sometidos a condiciones de semi-esclavitud, tal como lo registra La servidumbre agraria en México en la época porfiriana, donde el dr. Katz recupera seis testimonios, tres de los cuales están referidos a la zona henequenera. Cierto que ninguna parte del territorio yucateco fue escenario de grandes batallas –ni siquiera lo fue en Blanca Flor, a la llegada del ejército constitucionalista de Salvador Alvarado en marzo de 1915–; sin embargo, el antirreeleccionismo se manifestó con igual o mayor intensidad que en otras partes del país, a pesar del control que ejercía la oligarquía yucateca. José María Pino Suárez, gobernador de Yucatán en 1911, se separó del cargo para acompañar a Francisco I. Madero como candidato a la vicepresidencia. Serapio Rendón, diputado yucateco sacrificado por Victoriano Huerta al igual que el senador Belisario Domínguez, participó en las luchas contra la dictadura porfirista. Sostengo que tras el aparente aislamiento de Yucatán de las corrientes revolucionarias, había una intensa participación política opositora al régimen, alimentada por la fractura al interior de la élite henequenera. Eso hizo posible la adopción del antirreeleccionismo por parte de representantes de la misma, mientras ocurrían numerosos incidentes armados en los pueblos –Sergio Quezada consigna más de 50 en 1911.  

La actuación política de los grupos yucatecos y nuevoleoneses en la fase armada de la Revolución se encuentra condicionada por la forma en que se relacionaron ambas regiones con el poder central durante el régimen porfirista. Yucatán en su zona henequenera y Nuevo León, en Monterrey, eran dos de las regiones donde el postulado porfirista de “orden y progreso” había producido mejores dividendos en términos de desarrollo económico. Dos coyunturas internacionales: la invención de la engavilladora McCormick para Yucatán y el arancel McKinley para Nuevo León, habían propiciado un despegue excepcional de su economía. Sin embargo, ni en una ni otra se hubiesen podido aprovechar las oportunidades de la coyuntura económica si no hubiesen existido condiciones previas, tal como fue la transformación del henequén de un cultivo de traspatio en un producto agroindustrial, o la existencia de una política de protección y promoción de la industria, que había comenzado a aplicarse mediante una legislación favorable en Nuevo León, desde 1888.  

Para efectos de esta presentación, enfatizo una de las dos causas destacadas por el Dr. Katz en su conversación con Claudio Lomnitz2 para caracterizar la etapa previa de implantación del porfiriato: el déficit de integración regional. Fijar la atención en los rasgos característicos de ambas regiones a partir de la República restaurada, permite obtener elementos para comprender las distintas formas de su participación en la gestación del cambio revolucionario, iniciado en 1910. Tomo como ángulo de observación las relaciones establecidas entre el Estado en formación y las élites regionales, políticas y económicas para desarrollar mi propuesta de interpretación. Se trata de analizar cómo éstas se insertaron y participaron en el proyecto económico y político del porfiriato. En ambos casos, las élites fueron esencialmente mexicanas, aún en Nuevo León, cuando en 1903 80 por ciento del capital invertido era propiedad de empresarios nacionales. Sin embargo, en las dos regiones hubo una amplia interacción con los mercados internacionales. Se destacarán también las diferentes estrategias políticas aplicadas por el régimen porfirista para establecer su control sobre las dos regiones y sus élites, así como las consecuencias de estas formas de integración sobre su participación en el movimiento revolucionario de 1910-1917.  

Dos coordenadas fundamentales para el análisis de las circunstancias que rodearon la implantación del régimen porfirista en Yucatán y Nuevo León son su extensión geográfica y su población. La superficie territorial de Nuevo León se mantuvo prácticamente en 62 mil km2 (61 mil 200 y 64 mil 500 km2), en tanto que Yucatán vivió primero la separación del distrito de Campeche (69 mil km2) en la década de 1860 y posteriormente, en 1902, la creación del territorio de Quintana Roo, (49 mil km2). El estado de Yucatán se vio reducido a una extensión que fluctuó entre 42 mil km2 y 39 mil km2. En cuanto a la población, Nuevo León tenía menos de 2 por ciento del total nacional en 1838 (1.8 por ciento), en tanto que Yucatán albergaba más de 7 por ciento (7.2 por ciento) en 1846. Veinte años después, Yucatán había perdido más de la mitad de su población, consecuencia de la Guerra de Castas, por lo que pasó a representar poco menos de 3 por ciento de los habitantes del país.  

Desde el punto de vista demográfico y territorial, Yucatán fue más que henequén. Subrayo en especial que el área donde se concentró la producción henequenera a partir del auge exportador iniciado en 1880 significó alrededor de 14 mil km2, una tercera parte de la actual superficie estatal, en tanto que en el resto de la entidad la población subsistía principalmente del cultivo de la milpa tradicional mediante el sistema roza-tumba-quema. El brusco descenso de la población peninsular a mediados del siglo XIX –violencia, hambrunas, migración forzada o libre, huida a la selva del oriente– significó también su redistribución territorial, al concentrarse en la porción noroeste aquellas personas, mayas, mestizos y blancos, que huyeron de la violencia desatada en el oriente y sur del territorio peninsular. Fue justamente en esta área donde comenzó a desarrollarse el cultivo en grandes plantaciones del henequén desde mediados del siglo XIX, mediante un financiamiento inicial obtenido de la Casa Thebaud de Nueva York por el comerciante Eusebio Escalante Castillo. Las prósperas élites de ambas regiones en la primera década del siglo XX tuvieron un origen comercial. Al igual que en Yucatán, fueron comerciantes neoleoneses los primeros inversionistas locales en las nuevas factorías que comenzaron a instalarse en la entidad. 

Esta presentación consta de cuatro apartados, en los que se analiza la relación entre las élites regionales de Yucatán y Nuevo León y el Estado nacional en formación. En el primero, haré referencia al modelo económico del porfiriato y a su impacto regional. En el segundo, abordaré el proceso de conformación de la estructura regional de control porfirista, para analizar en la tercera parte la consolidación de ese control a través de los modelos de Red y Enclave. Por último, haré una breve referencia a la situación regional en el porfiriato maduro. 


1 Resumen de la ponencia presentada durante la Cátedra Katz octubre 2016.

2 Katz,  Friedrich  y  Claudio  Lomnitz,  2011. El  Porfiriato  y  la  Revolución  en  la  historia  de  México. Una conversación. Editorial Era, México.