María Eugenia Albornoz Vásquez
Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales, París
En el fértil Valle de Aconcagua la llegada española repartió, entre los amigos del conquistador, las tierras indígenas, asignándoles también los indios en encomiendas. Posteriormente, grandes propietarios rurales se beneficiaron de la mano de obra servil, mientras mercedarios, dominicanos y jesuitas organizaron el orden católico campesino.
En 1740 se fundó la Villa de San Felipe El Real. Se conocen la traza urbana, los vecinos que consiguieron solares y permisos de actividad comercial, y su población: mil 200 personas en 1755, y el doble en 1787 (Espejo, 1988). El cabildo se afianzó lentamente: sus miembros fueron designados por el corregidor, quien les autorizó en 1744 a elegir anualmente cargos. Disputas entre cabildantes, autoridades elegidas y corregidores, motivaron al conde de poblaciones a suspender sus actividades en 1753 (Solano, 1994). Empero, sus vecinos, terratenientes, comerciantes y mineros, lo retomaron en 1768 y consiguieron, mediante peticiones escritas colectivas, el título real de ciudad en 1770. Indudablemente la prosperidad producida por su estratégica posición de puerto seco respecto del tráfico cordillerano facilitó todo. Luego, un episodio de 1813 instaló a San Felipe en la memoria colectiva nacional: su autoridad militar aplastó una sublevación realista y recibió el título de “ciudad heroica” (Betancourt, 2012). En 1818 éste se amplió a “siempre heroica ciudad”, en reconocimiento a sus vecinos, generosos con las tropas del Ejército Libertador de Los Andes (Figueroa, 1902). Desde entonces, las autoridades locales encabezaron sus escritos con esa fórmula. En 1826 San Felipe fue designada capital de la provincia de Aconcagua, a cargo de un gobernador intendente. Y comenzando la década de 1830, se instaló un Juzgado de Letras profesional del derecho. Así, la historia política de San Felipe sigue primero el interés hispánico civilizatorio y luego el orden progresista republicano, narrado según la gesta del ejército anti-español y los proyectos de las élites triunfantes.
No obstante, el detalle de la vida política capitular interesa porque la articulación entre los hombres implicados en la vida urbana y las autoridades regionales y mayores, para organizar la vida política cotidiana, prueba la vida cívica de sus habitantes (Morelli, 2007 y 2008; Barriera, 2013). Algunos acontecimientos particularizan el devenir sanfelipeño: en 1791 la ciudad perdió protagonismo cuando se fundó la cercana villa de Los Andes. Igualmente, la jurisdicción de la subdelegación de Aconcagua (que reemplazó al corregimiento en 1786), donde San Felipe era ciudad capital, fue desafiada por la vecina subdelegación de Los Andes, creada en 1804.
Pero ello generó nuevos aprendizajes. Registros judiciales, notariales y capitulares demuestran una febril actividad de hombres asociados en negocios de la ciudad y sus alrededores, o ligados por intereses familiares relacionados con propiedades, servicios, contratos y vínculos maritales, parentales o de amistad (Albornoz, 2015). Desde mediados del siglo ellos alternan sus participaciones públicas en la vida capitular y en el gobierno territorial (alcaldías, regidurías, subdelegaciones, escribanos, asesores letrados, depositarios de bienes, jueces comisionados, veedores o mensuradores) con servicios menos figurativos pero cotidianamente necesarios (árbitros componedores, albaceas, apoderados, reemplazantes de escribanos, testigos de fe o mensajeros). Así, ejercen prácticas y forjan capacidades –multiplicadas por mimetismo y experiencias compartidas– y vehiculan las culturas jurídicas y judiciales en un sentido político, implicando los destinos de la ciudad y del valle (Albornoz, 2012). Si entre 1540 y 1740 los eventos religiosos y sus instituciones supervigilaron la expresión individual y colectiva de asociatividad y de intereses en familias y residentes del valle, el ayuntamiento sanfelipeño (mucho más que las gestas militares independentistas), abrió espacios y generó mecanismos que modelaron vínculos sociales, políticos, económicos y culturales de los pobladores de la traza urbana y de sus alrededores.
Bibliografía
Albornoz, M. E. (2015). “Construyendo vínculos sociales: experiencias de pasión y poder. San Felipe de Aconcagua, 1740-1830”. Valparaíso: Proyecto Fondart Investigación 90672 (en curso).
Albornoz, M. E. (2012). “La temporalidad, las ausencias presentes y los motivos. Conflictos, justicias y género en una villa recién fundada: San Felipe, Chile, 1747”. París: http://nuevomundo.revues.org/62745.
Barriera, D. (2013). Abrir puertas a la tierra. Microanálisis de la construcción de un espacio político. Santa Fe, 1573-1640. Santa Fe: Museo Histórico Provincial.
Betancourt, F. (2012). Redes y estrategias de un comerciante vasco. Ascenso y caída de José Antonio Ezeiza (1803-1813). Tesis de Magíster en Historia. Santiago: Universidad de Chile.
Espejo, J. (1988). Solares y casas de la villa de San Felipe el Real. Santiago: Universidad de Chile.
Figueroa, J. (1902). Historia de San Felipe. San Felipe: La voz del Aconcagua.
Morelli, F. (2007). “Entre el antiguo y el nuevo régimen. La historia política hispanoamericana del siglo XIX”. Historia Crítica n°33.
Morelli, F. (2008). “Pueblos, alcaldes y municipios: la justicia local en el mundo hispánico. Entre Antiguo Régimen y liberalismo”. Historia Crítica, n°36.
Solano, F. (Ed.) (1994). Relaciones geográficas del reino de Chile, 1756. Santiago: CSIC / U.I.SEK.