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Juan Carlos Velasco Santos
Técnico académico del Departamento de Salud-Ecosur
En estas 19 fotografías presento imágenes del primer éxodo de migrantes centroamericanos en su paso por los municipios de Huixtla y Mapastepec, en el estado de Chiapas, con el propósito de mostrar la situación en la que hombres, mujeres, jóvenes, niñas y niños, provenientes de Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, migraron con destino a Estados Unidos (véase la imagen 1).
Los migrantes salieron el 12 octubre desde San Pedro Sula, Honduras, organizados a través de redes sociales, como Facebook. Según estimaciones de Reyes, uno de los integrantes de este grupo, a su salida de San Pedro Sula el número de personas era de 2 000, pero en el camino a la frontera de Honduras con Guatemala se incrementó a 7 000.
Yo me integré a esta caravana en Huixtla y la acompañé hasta el municipio de Mapastepec con la intención de realizar esta crónica sobre del éxodo en un tramo de su andar.
Tras caminar varios kilómetros por la carretera costera de Chiapas, bajo un sol ardiente y un calor insoportable, llegaron al municipio de Huixtla el 22 octubre, lugar en el que comencé la secuencia fotográfica. A través de las imágenes se puede observar que están exhaustos, apostados en las banquetas (véase la imagen 2), que deambulan por las calles, se recuestan en el piso y descansan en el parque central Francisco I. Madero, lugar donde se estableció la mayor parte del colectivo, y donde algunos se protegían de la intemperie con plásticos o casas de campaña. El resto de las personas se reunieron en la Iglesia de San Francisco de Asís y en el Barrio de Guadalupe; en estos espacios establecidos como albergues pernoctaron dos días para descansar antes de continuar con su largo viaje (véanse las imágenes 3 y 4).
Después de pasar dos noches en esta localidad, las personas continuaron su trayecto el 24 de octubre hacia el municipio de Mapastepec. Salieron en pequeños grupos y no en un solo contingente a las cuatro de la mañana para evitar el calor del mediodía. Algunas imágenes que capturé dan cuenta de su recorrido a pie, en camiones o tráileres, por la carretera costera y por las instalaciones del Centro de Atención Integral al Tránsito Fronterizo (CAITF), que se encuentra en Huixtla, donde la policía federal se mantuvo en silencio, sin intervenir, y observaba cómo decenas de vehículos se detenían para ofrecerles aventón al siguiente pueblo (véanse las imágenes 5, 6 y 7).
Durante la travesía de 65 kilómetros, de la carretera Huixtla-Mapastepec, atestigüé varios momentos difíciles para los caminantes: algunos fueron resguardados por la policía federal en patrullas e intimidados desde el aire con el sobrevuelo de un helicóptero (véase la imagen 8). En algunos tramos encontraron puestos de ayuda humanitaria instalados por parte de iglesias, autoridades municipales y organizaciones civiles; en ellos se les ofreció comida, agua, papel de baño y toallas femeninas. La Cruz Roja Mexicana y Protección Civil también colocaron módulos de ayuda y atención médica (véase la imagen 9).
Vi a los caminantes detenerse por momentos para descansar unos minutos en las barreras de contención, algunos esaban tirados en la carretera costera o bajo la sombra de algún árbol para retomar fuerzas y continuar su recorrido. Llevaban pocas pertenencias, generalmente mochilas al hombro, así como gorras y sombrillas para protegerse del sol. Por lo pesado del andar y las inclemencias del tiempo, hombres y mujeres llevaban a sus hijas e hijos en carriolas y en los brazos (véanse las imágenes 10 y 11).
Entre los protagonistas de esta historia conocí al joven hondureño Edwin, de 22 años, quien se encontraba sentado a un lado de la carretera costera, bajo la sombra de una palmera, y junto a él, dos jóvenes de 21 y 20 años, ambos originarios de Honduras. Al preguntarle sobre las razones de su movilización, comentó: “por la mucha inseguridad y la falta de oportunidad que hay en Honduras, no hay trabajo para los jóvenes como nosotros, las ganas de superarse, salir adelante”. Sobre la ayuda recibida en el camino dijo: “pues nos dan agua, comida, ropa y zapatos” (véase la imagen 12).
En esta travesía los acompañaron personas de la asociación “Sin Fronteras”, cuyos coordinadores portaban altavoces y chalecos verdes que los distinguían, y que recordaban a los migrantes caminar a lado de la línea amarilla de la carretera costera (véase la imagen 13).
Finalmente los grupos de la caravana llegaron agotados al municipio de Mapastepec, donde realizaron su tercera escala tras ingresar al país. Ahí registré imágenes de los migrantes en los distintos albergues, como el domo del parque central Benito Juárez, donde se ubicó la mayor parte del continente, la iglesia de San Pedro, la escuela primaria Venustiano Carranza y la Casa de la Cultura; algunas otras personas se instalaron en banquetas aledañas al primer cuadro de la ciudad (véanse las imágenes 14 y 15). Alrededor del parque central se colocaron módulos de salud donde se les brindó atención médica; por su parte Protección Civil instaló un espacio para brindar a los caminantes un lugar donde bañarse y otros lo hicieron en el río (véase la imagen 16). La presidencia municipal, la iglesia y organizaciones civiles de esta localidad les ofrecieron comida. Los recibieron con música hondureña que interpretaba un grupo en el quiosco del parque central; música que acompañaba a quienes descansaban alrededor de este lugar para recuperar fuerza y continuar su viaje muy temprano, con destino a Pijijiapan y Tonalá.
Uno de los hondureños, de nombre José Rivera, sentado en una banqueta de este municipio, me dijo: “bueno, la verdad, es que quisiera comentar mi experiencia que ha sucedido en todo el camino que hemos vivido, pues, mucho sufrimiento, hemos recibido mucho calor, hemos terminado con nuestros pies llagados, dolor de hueso, pero aquí vamos adelante, a pesar de todos los obstáculos” (véase la imagen 17).
No tan diferente a la experiencia mencionada, Omar Hernández comentó lo siguiente: “fue un poco quemado, porque tuvimos que caminar una cierta parte y de ahí nos brindaron un raid, pero si caminamos unas dos horas, nos levantamos a las 3 de la mañana, desde la tres venimos en runga”. Además de manifestar que se acompaña en el trayecto con cuatro amigos, mencionó algunas de las causas de su salida de Honduras: “salimos de nuestro país por necesidad, nadie quisiera seguir durmiendo en la calle o sufriendo de otras cosas…”. (Véase la imagen 18).
Finalmente, en Mapastepec abandoné al grupo, pero las experiencias compartidas me dejaron una percepción más cercana a la realidad sobre quiénes son las personas que integran la caravana, las diversas razones por las que dejaron sus países y las implicaciones que tiene este viaje en sus vidas. Por ello, es que cierro este reportaje con una frase de una canción de Joan Manuel Serrat “caminante, no hay camino, se hace camino al andar… y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar” (véase la imagen 19).