Carlos Agudelo
Sociólogo. Investigador asociado de la Unidad mixta de Investigación URMIS – Sociedades y Migraciones – Universidad Paris VII – Universidad de Nice y el IRD -Instituto de Investigaciones para el Desarrollo. Miembro del Laboratorio Mixto Internacional Movilidad, Gobernanza y recursos en la cuenca mesoamericana –LMI-MESO
Desde la década de 1990 se ha venido incrementando de forma significativa un interés en los estudios de las problemáticas históricas y contemporáneas de las poblaciones de origen africano en Latinoamérica y el Caribe. Para el caso particular de México y Centroamérica, la Catedra UNESCO Afrodescendientes en México y Centroamérica: reconocimiento, expresiones y diversidad cultural (IMAH-CIESAS)se inscribe en dicho proceso.
Entre las poblaciones afrodescendientes de América Central, mi interés como investigador se ha concentrado en el estudio de los Garífuna. Este pueblo tiene connotaciones especiales. Su origen proviene de un mestizaje bastante excepcional a nivel latinoamericano, es decir, entre africanos e indígenas Caribes y Arawaks en las Antillas menores, en especial los de la isla de San Vicente, durante el periodo colonial que abarca del s. XVI al s. XVIII. Los Garifuna son deportados por el imperio inglés hacia América Central a finales del siglo XVIII.
Los Garífuna fueron representados por los primeros cronistas que tuvieron contacto con ellos como Caribes Negros, la apelación Garífuna surge de la forma de autonombrarse en su propia lengua y termina siendo adoptada también por todos los estudios y descripciones sobre este pueblo.
Una mirada a la bibliografía existente sobre poblaciones de origen africano en Centroamérica muestra la relevancia de los estudios sobre los Garífuna[1]. Inicialmente el acento estaba puesto en su etnohistoria y en sus particularidades culturales, en especial su lengua y su espiritualidad. Con la visibilidad crecente que adquieren desde los años 90’ del siglo XX, se incrementan los trabajos sobre problemáticas relativas a la migración, inclusión y exclusión en las sociedades nacionales, marginalidad y racismo y procesos de organización y movilización cultural, social y política.
Mi trabajo sobre los Garífuna se ha proyectado hacia el estudio de la articulación entre los elementos de su cultura y su identidad con las formas de movilización política tanto a nivel local y nacional como en dinámicas transnacionales de circulación y movilidad.
Desde su establecimiento inicial en Trujillo, Honduras, esta población inicia su asentamiento transnacional en las costas caribes de lo que hoy son Honduras, Guatemala, Belice y Nicaragua. Ellos van construyendo un proceso de identificación múltiple entre lo nacional, lo transnacional, lo negro y lo indígena. A partir de mediados del siglo XX los Garífuna inician una importante migración hacia los Estados Unidos. En medio de estas dinámicas de movilidad y poblamiento, ellos mantienen en un proceso complejo y dinámico ciertas características culturales distintivas tales como su lengua, su religiosidad, la música, la danza y sus tradiciones alimentarias.
En los cuatro países de América central mencionados, los Garifuna adquieren una notoriedad significativa en el contexto contemporáneo de reconocimiento de la diversidad cultural y de las políticas públicas multiculturales. Este protagonismo ha implicado, con particularidades en cada país, su caracterización oficial como “grupo étnico”, la incorporación de sus expresiones culturales como parte de la identidad nacional y el reconocimiento en 2001 por parte de la UNESCO de su cultura como patrimonio universal cultural intangible de la humanidad.
Actualmente los procesos de movilización política de los garifuna articulan un discurso de inclusión en las sociedades nacionales a la vez que proclaman su identidad transnacional en tanto que Garífuna e integrantes de la diáspora afrodescendiente de la Américas. Pero los Garífuna también han sido identificados, y ellos mismos han reivindicado en ciertos momentos de su historia, su condición de pueblo indígena, apoyados en un discurso sobre sus raíces caribes-arawaks y la permanencia de algunas de sus expresiones culturales. Esta particularidad los diferencia de otros procesos de reivindicación identitaria de bases etno-raciales en las Américas como es el caso de los pueblos indígenas y los demás afrodescendientes, pues reivindican una doble identidad, “afro” e indígena.
Las dinámicas de inclusión de los Garífuna coexisten e interactúan con factores que, basados también en un ordenamiento racial estructural que hunde sus raíces en el periodo colonial, mantienen hacia estas poblaciones formas de exclusión social y discriminación inscritos históricamente y fuertemente interiorizados por las sociedades nacionales aunque no desprovistos de transformaciones.
Uno de los aspectos más importantes de mi investigación en curso es el análisis de las formas que asumen las dinámicas de movilidad transnacional en las que la identidad garífuna es un elemento de cohesión central. Presento a continuación algunos elementos relevantes de esta investigación en curso.
La migración de los Garífuna hacia los Estados Unidos comienza fundamentalmente hacia los años 1940. Actualmente los estimativos demográficos plantean que más de la mitad de los garífunas viven actualmente en los Estados Unidos (Unas 300 mil personas). Son varias generaciones que han mantenido una circulación de personas, de símbolos culturales y religiosos, de procesos organizativos y políticos muy fluidos con sus poblados de origen.
La crisis de una de sus más importantes fuentes de sustento, el trabajo en las plantaciones bananeras fue una de las causas principales del inicio de este proceso migratorio. En la coyuntura de la segunda guerra mundial los Estados Unidos absorbieron numerosa mano de obra en trabajos portuarios, la Flota Mercante y otros servicios en los que los Garífuna pudieron integrarse. En general estas primeras generaciones de migrantes lograron con cierta facilidad obtener un estatuto de migrantes legales y residentes. Para las generaciones de migrantes hasta los años 1970 – 1980 se presentaron mejores condiciones que a los demás migrantes latinoamericanos y caribeños, aunque esto no los eximió del racismo y la segregación.
Los años 1980 fueron considerados como la “década perdida” para la economía latinoamericana. Ésta golpea con más fuerza a los países más pobres de la región. A lo que se le suma la agudización de la violencia en Centroamérica (guerras civiles en Salvador, Guatemala, Nicaragua, violencia social acrecentada en Honduras). El fuerte incremento de la migración hacia los Estados Unidos es uno de los efectos más visibles de este panorama. La población garífuna, como parte de los grupos humanos más vulnerables de la región, participa activamente de esta dinámica de aumento del proceso migratorio.
En la década de los años 90, con el aumento generalizado de la migración hacia los Estados Unidos, también se van a agudizar las medidas de control y represión de la migración ilegal de parte del Estado. Disminuyen las posibilidades de integración laboral. Para los nuevos migrantes garífunas, se comienzan a complicar los mecanismos de legalización de su estatuto migratorio. Otro de los aspectos críticos de la nueva situación del proceso migratorio se encuentra en la extrema precarización del tránsito hacia los Estados Unidos atravesando México. El paso se hace en trenes de carga o por otros medios terrestres en condiciones extremas de riesgos, sometidos a la violencia de organizaciones criminales que controlan este tránsito y a múltiples formas de violación de los derechos humanos que han sido ampliamente documentadas por diversos organismos humanitarios.
Aun en medio de este panorama, los nuevos migrantes garífunas siguen contando con la ventaja relativa que les da el apoyo de las redes familiares, asociativas y de paisanaje. Esto es un elemento que estimula la continuidad del proceso migratorio a pesar de los factores negativos del contexto actual.
Entre las primeras generaciones y sus descendientes nacidos en los Estados Unidos, una mayoría ha obtenido la ciudadanía estadounidense. Son a estos garífunas a los que se les ve cada año de retorno a sus pueblos centroamericanos de origen para algún ritual del culto a los ancestros o alguna festividad. Muchos retornan de forma definitiva para instalarse en su pueblo natal a disfrutar de su pensión y de vez en cuando vuelven a los Estados Unidos a visitar a sus hijos y nietos.
En el discurso reivindicativo de algunos garífunas, los Estados Unidos son representados como un “nuevo territorio de la diáspora” al lado de otros cuatro países centroamericanos; y la condición de migrante, adquiere una connotación espiritual: “Nos vamos para los Estados Unidos porque así lo quieren los ancestros y a pesar de los peligros, ellos nos protegen. Ellos también habitan allá con nosotros”. Declaración de hombre garífuna en Livingston, Guatemala[2]
Para los Garífuna a lo largo de su historia, los esfuerzos por la conservación, revitalización y visibilización de sus expresiones culturales han sido un mecanismo de legitimación de sus demandas y reivindicaciones sociales y políticas.
La dinamización de los elementos culturales ligados a procesos políticos han sido respuesta de algunos líderes y miembros de sus comunidades frente a procesos estructurales de debilitamiento reflejados para ellos en marginalidad histórica frente las sociedades nacionales, pobreza creciente y pérdida de territorios. Pero, a pesar de los logros en materia de reconocimiento, la superación de dichos factores estructurales sigue aún pendiente.
[1] Ver compilaciones bibliográficas sobre América Central y los Garífuna: https://www.academia.edu/12769421/Poblaciones_negras_en_Am%C3%A9rica_Central._Compilaci%C3%B3n_bibliogr%C3%A1fica_y_selecci%C3%B3n_de_textos
https://www.academia.edu/12769543/Compilaci%C3%B3n_bibliogr%C3%A1fica_sobre_el_pueblo_Garifuna
[2] Entrevista realizada en Livingston, Belice, julio de 2015.