Yvonne Lam
Universidad de Alberta
La diversidad es esencial para nuestro bienestar. Es bien conocida la importancia de la diversidad biológica para asegurar la salud de la Tierra frente a los eventos naturales que nos amenazan. En cuanto a la diversidad lingüística, sin embargo, el beneficio se ve menos claro. De hecho, a primera vista parecería más práctico tener una selección limitada de idiomas, en vez de los 7,000 que existen actualmente (Simons y Fennig, 2018), para facilitar la comunicación entre nosotros. Hasta se puede sostener, con cierta razón, que la homogeneidad lingüística mejoraría el acceso a la educación, a la vida económica y a la participación política, porque es poco factible—sin mencionar muy costoso—ofrecer servicios públicos en numerosas lenguas de manera igual. No es por nada que estamos observando en la actualidad un gran desplazamiento lingüístico al inglés, al español y a otros idiomas dominantes porque se reconoce que el conocimiento de ellos hace más fácil acceder a los servicios sociales, obtener una educación y conseguir un empleo. A corto plazo lo que más llama la atención es el hambre y el frío.
No obstante, a largo plazo la homogeneidad lingüística nos resultaría muy perjudicial por lo que se perdería junto con las lenguas originarias (Abley 2003, Crystal 2000). La lengua es el medio principal para comunicar las experiencias, las ideas y los sueños. Es la manera predominante por la cual compartimos lo que sabemos, lo que hacemos, lo que sentimos. Mediante la lengua nos relacionamos los unos con los otros y nos formamos una comunidad. La lengua es, en breve, la base de la sociedad humana. De igual manera que cada especie es singular en el mundo biológico, cada idioma codifica una manera de vivir y una visión del mundo que son únicas de sus hablantes y sirven para definirlos como grupo social. Según dice Octavio Paz, la extinción de una lengua es la extinción de “una imagen del hombre” porque se pierden la historia, los conocimientos y los pensamientos de nuestros prójimos que pueden revelarse esenciales para nuestra sobrevivencia.
En mi país, Canadá, casi todas las 61 lenguas originarias se consideran bajo peligro de extinción (Task Force on Aboriginal Languages and Cultures, 2005) debido a la asimilación forzada por el gobierno nacional, que durante muchas décadas metieron a los niños indígenas en internados, separados de su familia, y les obligaron a renunciar a su lengua y a su cultura (Truth and Reconciliation Commission of Canada, 2012). Los efectos de esta aculturación siguen repercutiéndose actualmente en las comunidades, donde se ha encontrado una correlación entre la pérdida de la lengua originaria y problemas sociales como el alcoholismo, la depresión y el suicidio (National Collaborating Centre for Aboriginal Health, 2016). Por no hablar el idioma, los indígenas se sienten desplazados, perdidos, sin conexión con su comunidad y como consecuencia, sin razón de ser.
Ahora bien, se puede criticar que este argumento es exagerado porque es posible aprender a expresarse en otro idioma. No es la primera vez que desaparecen idiomas, aunque nunca con tanta rapidez como ahora. Sin embargo, los que conocemos un segundo idioma sabemos bien que por competentes que seamos, no nos expresamos con la misma facilidad en un idioma que no es el nuestro porque la comunicación incluye más que las meras palabras. Hablar un idioma involucra el conocimiento de la historia de sus hablantes, de sus valores y sus creencias, de su manera de interpretar el mundo: es por eso que una computadora nunca llegará a reemplazar totalmente a los traductores. Este estrecho vínculo entre lengua y cultura es lo que estorba la comunicación en otro idioma y raras veces logramos expresarnos con la misma comodidad que cuando hablamos nuestro propio idioma.
Si la lengua es parte fundamental de nuestra identidad, ¿por qué se están desapareciendo los idiomas con tanta rapidez hoy en día? No cabe duda que las presiones que actúan en contra de las lenguas originarias son numerosas. Es imposible ignorar la discriminación operante en las instituciones educativas, sociales, económicas y políticas; la participación en ellas impone el uso del idioma dominante. Como resultado, uno empieza a cuestionar la utilidad de la lengua originaria. Con frecuencia se oye decir que hablar el dialecto no ayuda a tener éxito en la escuela, a conseguir un buen empleo ni a defenderse en el mundo. Por consiguiente, muchos padres de familia prefieren poner énfasis en la adquisición del español o de otro idioma dominante como el inglés. Desgraciadamente, muchas veces tal decisión implica que los niños no logran aprender suficientemente bien la lengua originaria para poder usarla con confianza.
Por lo tanto, los hablantes de lenguas originarias hoy día se encuentran en una posición muy precaria. De un lado, existen fuertes presiones que les motivan a adoptar un idioma dominante para tener pleno acceso a las instituciones sociales. De otro lado, la lengua originaria es la que les da un sentido de identidad, la que los vincula a su familia y a su comunidad. Por más que hablar su idioma les complica la vida, no hablarlo les impide entender quiénes son.
Esta tensión subraya los artículos que aparecen en este número. Con excepción de mi artículo sobre la lengua totonaca, los demás autores son todos hablantes de una lengua originaria—amuzgo, de’kwana, mè’phàà, mixe, tojol-ab’al, yucateco, zapoteco—y alumnos de la Maestría en Lingüística Indoamericana en el CIESAS. A lo largo de un curso sobre la vitalidad lingüística, identificamos los factores tanto positivos como negativos que tienen mayor impacto en la sobrevivencia de su lengua. Aunque ya existen muchos modelos para evaluar la vitalidad lingüística (p.ej. Lee y Van Way 2016; Lewis y Simons 2010; UNESCO, 2003), estos son muy generales y no toman en cuenta las particularidades de la situación indoamericana. Por este motivo, decidimos desarrollar nuestra propia lista de factores a base de las experiencias personales de los hablantes mismos. A continuación se presentan los diez factores que consideramos de mayor importancia para examinar la vitalidad de las lenguas originarias en nuestras comunidades.
- Transmisión intergeneracional por los padres o los cuidadores principales: Queda claro que si los niños no aprenden la lengua, no habrá otra generación de hablantes. De hecho, Fishman (1991) identifica la transmisión como factor clave. Aunque los padres obviamente no influyen de manera absoluta en los niños—por mucho que intenten transmitir la lengua, los niños pueden negarse rotundamente a hablarla—es cierto que las acciones de los padres todavía tienen algún impacto, sobre todo durante los años preescolares.
- Orgullo en la lengua originaria por los mismos hablantes: Ya que la manera de hablar es el reflejo de la identidad, si uno no valora su lengua, no la va a hablar ni se la va a enseñar a los niños. Al contrario, si la lengua es parte esencial de sí mismo, es más probable que uno la siga hablando, a pesar de cualquier presión contraria.
- Enseñanza por medio de la lengua originaria y la cultura originaria: Una de las razones comunes por no enseñarles la lengua originaria a los niños es el temor a que no tengan éxito en la escuela porque no entienden bien el español. Por eso, si la enseñanza se hace en la lengua originaria, será irrelevante la preocupación. Además, el uso de la lengua en un ámbito oficial como la escuela contribuye mucho a aumentar su valor. Es importante notar que no basta con enseñar simplemente la lengua, sino que se necesita respetar y transmitir la cultura originaria paralelamente, ya que la lengua es la expresión de la cultura.
- Uso en los medios de comunicación: La oportunidad de hablar la lengua originaria en los medios de comunicación le proporciona mayor utilidad y también mayor valor porque muestra que la lengua tradicional puede desempeñar una función “moderna”. Un ejemplo común es la radio comunitaria, que ha influido no sólo en la preservación de la lengua sino en la unificación de la comunidad al darle un espacio para hablar de los asuntos que más le importan.
- Mantenimiento de los rituales, las tradiciones y las costumbres: Es posible que se sigan celebrando los rituales sin la lengua tradicional, pero se pierde mucho del significado original. De hecho, los rituales han servido de motivo para mantener la lengua originaria, aunque el uso único en contextos ceremoniales no es suficiente para mantener la vitalidad lingüística.
- Actitudes hacia el bilingüismo: Hoy día la gran mayoría de hablantes de lenguas originarias también saben el idioma dominante. De por sí el bilingüismo no hace ningún daño, pero desgraciadamente todavía existen algunas creencias que desfavorecen a los bilingües. Por ejemplo, se cree comúnmente que enseñarle dos idiomas al niño lo deja confuso, sin competencia ni en el uno ni en el otro. Aunque ya se refutó este mito (Ada & Baker 2001), muchos padres siguen sin transmitir la lengua originaria por miedo a que perjudique la adquisición del español. También a veces se critica por incompetente a los que mezclan el español y el idioma originario a pesar de que es una característica común y natural del habla bilingüe que sirve unas funciones comunicativas particulares (Ferguson 2016). Tales ideas equivocadas sobre el bilingüismo pueden disuadir a los hablantes de seguir hablando el idioma originario junto con el español.
- Necesidad de salirse de la comunidad: No se puede negar que existen pocas oportunidades en las comunidades originarias. Por esta razón, muchos se ven obligados a trasladarse a un centro urbano en busca de la educación o de un empleo. Aunque hay muchos hablantes de lenguas originarias en centros urbanos (Martínez Casas 2014), con frecuencia se encuentran dispersos, así se pierde el sentido de comunidad que apoya mucho la conservación de la lengua y de la cultura.
- Consideraciones prácticas: Este factor proviene de las experiencias personales de los alumnos, que mencionan lo difícil que es mantener la lengua cuando la pareja o los compañeros no la saben. Por mucho que quieran hablarla, el español termina siendo la lengua común.
- Prestigio externo de la lengua originaria: Que los ajenos a la comunidad reconozcan el valor de la lengua puede llevar a los mismos hablantes a apreciarla más. La falta de reconocimiento también puede ser motivo de orgullo al animarlos a hacer conocer su lengua y su cultura.
- Apoyo gubernamental por la lengua y la cultura: El apoyo oficial siempre es de gran ayuda y le permite a la comunidad emprender proyectos para promover la lengua y la cultura. La falta de apoyo también puede servir de motivo al llevar a actos de resistencia y de reclamación.
Cabe notar que ningún factor prevalece sobre los otros y hasta pueden contradecirse. Por ejemplo, es posible que a pesar del orgullo que uno sienta por el idioma y la cultura originarios, no se los transmite a los niños por razones prácticas. Por eso, es necesario considerar cómo los factores se interactúan en un contexto particular y, de mayor importancia, cómo los hablantes mismos interpretan su situación sociolingüística, porque es esta interpretación que motiva sus acciones (Woolard, 1998). Ahí reside la importancia de los artículos que aparecen en este número. Además de documentar la vitalidad lingüística, estos textos representan testimonios muy personales de los que han crecido en la comunidad y que han vivido las presiones que amenazan a su lengua y a su cultura. En todos los artículos se perciben tanto el inmenso orgullo que sienten por su comunidad como la gran preocupación que tienen por el futuro; celebran su lengua y se angustian por ella al mismo tiempo. Tal es la realidad que enfrentan los hablantes de lenguas originarias hoy en día, y es imprescindible entenderla para que no se pierda nuestra riqueza lingüística.
Bibliografía
Abley, Mark. 2003. Spoken here: Travels among threatened languages. Toronto: Random House Canada.
Ada, Alma Flor y Colin Baker. 2001. Guía para padres y maestros de niños bilingües. Clevedon, UK: Multilingual Matters.
Crystal, David. 2000. Language death. Cambridge, UK: Cambridge University Press.
Ferguson, J. (2016). Code-mixing among Sakha-Russian bilinguals in Yakutsk: A spectrum of features and shifting indexical fields. Journal of Linguistic Anthropology, 26(2), 141–161.
Fishman, Joshua A. 1991. Reversing language shift: Theoretical and empirical foundations of assistance to threatened languages. Clevedon, UK: Multilingual Matters.
Lee, Nala Huiying y John Van Way. 2016. Assessing levels of endangerment in the Catalogue of Endangered Languages (ELCat) using the Language Endangerment Index (LEI). Language in Society, 45(2), 271-292.
Lewis, M. Paul, y Gary F. Simons. 2010. Assessing endangerment: Expanding Fishman’s GIDS. Revue Roumaine de Linguistique, 55(2), 103-120.
Martínez Casas, Regina. 2014. De la resistencia al desplazamiento de las lenguas indígenas en situaciones de migración. En Rebeca Barriga Villanueva y Pedro Martín Butragueño (Eds.), Historia sociolingüística de México, Volumen 3: Espacio, contacto y discurso político (págs. 1409–1455). México: El Colegio de México.
National Collaborating Centre for Aboriginal Health. 2016. Culture and language as social determinants of First Nations, Inuit and Métis health. Prince George, BC: National Collaborating Centre for Aboriginal Health. Descargado de https://www.ccnsa-nccah.ca/docs/determinants/FS-CultureLanguage-SDOH-FNMI-EN.pdf.
Simons, Gary F. y Charles D. Fennig (Eds.). 2018. Ethnologue: Languages of the World, Twenty-first edition. Dallas, Texas: SIL International. Versión en línea: http://www.ethnologue.com.
Task Force on Aboriginal Languages and Cultures. 2005. Towards a new beginning: A foundational report for a strategy to revitalize First Nation, Inuit and Métis languages and cultures. Ottawa: Department of Canadian Heritage. Descargado de https://www.afn.ca/uploads/files/education2/towardanewbeginning.pdf.
Truth and Reconciliation Commission of Canada. 2012. They came for the children: Canada, Aboriginal peoples, and residential schools. Winnipeg: Truth and Reconciliation Commission of Canada. Descargado de http://www.myrobust.com/websites/trcinstitution/File/2039_T&R_eng_web[1].pdf.
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Woolard, Kathryn A. 1998. Introduction: Language ideology as a field of inquiry. En Bambi B. Schieffelin, Kathryn A. Woolard y Paul V. Kroskrity (Eds.), Language ideologies: Practice and theory (págs. 3-47). New York: Oxford University Press.