[smartslider3 slider=114]
José Carlos Yee Quintero
Coordinador de programas en Casa del Migrante en Tijuana, A.C., y tutor académico para El Colegio de la Frontera Norte
En noviembre de 2018 vimos cómo la frontera sur de México alcanzó a Tijuana. Si bien, desde organizaciones como Casa del Migrante en Tijuana A.C., se había observado un aumento en el flujo de centroamericanos hacia la ciudad en los últimos años, especialmente desde inicios de éste, el arribo de la caravana migrante, y sus dimensiones, fue lo que acentuó su presencia. De igual forma, generó una serie de situaciones y fenómenos que vale la pena destacar para comprender mejor los comportamientos migratorios futuros hacia la región.
Históricamente la población centroamericana con interés de ingresar a Estados Unidos se concentraba en las rutas del centro y golfo del país, atravesaba ciudades como Nuevo Laredo y Saltillo, en algunos casos hacia el Sásabe, pero la frontera de Tijuana-San Diego, por su lejanía, dificultad de cruce y costos no había sido muy popular. Por otro lado, las caravanas migrantes tienen una tradición de arribar a Tijuana, desde donde ingresan a Estados Unidos con la idea de solicitar asilo o regularizarse. Es importante marcar estas dos mecánicas migratorias pues, si bien abordaremos el fenómeno de la caravana migrante de 2018, debe leerse en el contexto de una ciudad que está viendo un aumento en el flujo de centroamericanos y que hasta este momento no había reportado conflictos ni comportamientos de racismo y xenofobia generalizados.
Una vez que arribaron a Tijuana
El jueves 15 de noviembre los integrantes de la caravana arribaron a Tijuana y se concentraron en playas de Tijuana, justo en la esquina que hace el cerco fronterizo y el océano Pacífico. En ese lugar los agredió un grupo de manifestantes que con mensajes xenofóbicos y racistas exigían que se retiraran de esa zona, de la ciudad y del país. Dicho encuentro duró más de tres horas, tiempo durante el cual la policía municipal intentó mantener la paz, pero sin apresar a los violentos manifestantes.
Entre los miembros de la caravana había mujeres y niños, y ante el reparto de empujones y golpes la mayor parte del contingente decidió aceptar la oferta de las autoridades del municipio: subir a camiones para que los transportaran al albergue temporal en la Unidad Deportiva Benito Juárez. Un grupo pequeño de migrantes pasó esa noche en playas de Tijuana, a la intemperie, y declararon tener miedo de dormir pues creían que volverían los manifestantes a matarlos mientras dormían, así que montaron guardia toda la noche.
Ese nivel de odio lo expresó una pequeña fracción de la sociedad tijuanense hacia el grupo de personas que arribaron a la ciudad en busca de protección internacional en tanto que temían por sus vidas y las de sus familias en sus países de origen. Esta caravana, que viajó por semanas, se encontró con gritos xenofóbicos, cánticos del himno nacional mexicano y con un discurso que los marcaba como “criminales e invasores”. Si bien los impactos emocionales de este primer momento de tensión y miedo son difíciles de dimensionar sin un trabajo de campo adecuado, las declaraciones de madres y padres de familia de la caravana versaban sobre un sentimiento de temor profundo, de inseguridad y de terror hacia los tijuanenses.
Algunos impactos de la primera manifestación
El día 16 de noviembre, a primera hora, otra fracción de la caravana arribaba a la ciudad en camiones, sin embargo, no lograron acceder a Tijuana pues los conductores temían represalias por parte de manifestantes. Aproximadamente a las cuatro de la mañana, a esta fracción de migrantes, con niños, menores y mujeres embarazadas, la dejaron en la caseta de Tecate-Tijuana, en una zona de temperaturas muy bajas. Después de unos momentos de confusión, los migrantes decidieron caminar hacia la ciudad, lo que les tomó horas en medio de un intenso frío.
Al final a este contingente lo llevaron también al albergue temporal, al igual que a los siguientes migrantes de la caravana en llegar, a excepción del primer grupo de 85 personas de la comunidad LGBTTI, los cuales se resguardaron en el albergue Enclave Caracol. De igual forma, algunos migrantes más decidieron optar por buscar albergues, casas del migrante y demás refugios lejos de la caravana para sentirse más seguros.
El Albergue Temporal: Unidad deportiva Benito Juárez
Cerca de dos mil setecientos migrantes centroamericanos viven[1] en un albergue temporal en la Unidad Deportiva Benito Juárez en la ciudad de Tijuana desde hace una semana, y cerca de dos mil continúan su camino hacia dicha ciudad a través del territorio mexicano. Se estima que 60 % de esta población está compuesto por mujeres y niños y los restantes son varones, muchos de ellos acompañando a sus familias. Esta caravana, integrada principalmente por personas originarias de Honduras, arribó a la ciudad con intenciones de ingresar a Estados Unidos y solicitar asilo, pero este país establece un límite de ingresos diarios para solicitantes de asilo: antes de que llegara la caravana este límite rondaba entre 40 y 60 ingresos diarios, y después de su arribo se elevaron pues oscilan entre los 60 y los 90 ingresos diarios.[2]
Es importante remarcar la volatilidad de la cifra de ingresos diarios, pues Estados Unidos determina diariamente esta cantidad y la modifica según sus criterios de capacidad. Al llegar a la frontera los migrantes centroamericanos se registraron en una libreta, llevada por una persona sin adscripción institucional que controla el orden de ingresos. Este sistema, informal y previo a su llegada, no ofrece mucha seguridad a los potenciales solicitantes, pero es el único orden que se lleva para ingresar a Estados Unidos actualmente.
El albergue temporal instalado en la Unidad Deportiva Benito Juárez, a la fecha, cuenta solamente con una fuente de agua potable, sirve dos alimentos al día, y sólo tiene un área techada para dormir donde están cerca de trescientas personas. Aunque cuenta con un espacio para carpas donde está otra fracción de los migrantes, la mayoría de ellos duermen a la intemperie en carpas de lonas, cobijas, plásticos, bolsas, cartones y demás materiales encontrados en las calles. Actualmente, estas condiciones incrementan la presencia de enfermedades respiratorias, poca higiene, y lodo como resultado de las primeras lluvias y por encontrarse en áreas de tierra. Además, se estima que hay cerca de ochocientos sesenta menores en este lugar.
Aunadas a las condiciones físicas a las que se enfrentan los migrantes, las expresiones de odio, racismo y xenofobia han continuado. El domingo 18 de noviembre por la mañana se llevó a cabo una manifestación en contra de la caravana. Esta manifestación se trasladó hasta el albergue temporal, pero a una cuadra de distancia la contuvo la policía municipal: desde ahí asustaban a la población migrante, y en ese momento, al interior del albergue los migrantes entraron en pánico; algunos intentaron arrancar ramas de los árboles, buscar palos y cosas con las cuales defenderse mientras buscaban la forma de resguardar a mujeres y niños. El albergue es administrado por el DIF por lo que cuenta con pocos voluntarios; quienes nos encontrábamos ahí intentamos tranquilizar a los migrantes con poco éxito. Tras unas horas contenidos por la policía, los manifestantes se retiraron.
El 22 de noviembre los migrantes hicieron una marcha pacífica a la garita, poco después de esto Estados Unidos realizó una práctica de cierre de garita con ejército y elementos armados, lo cual acrecentó el temor y la amenaza por un ingreso masivo. A pesar de ello algunos migrantes buscaron un sitio cercano a la garita para acampar y pasar la noche.
Leyendo entre líneas
Se podrían detallar más los eventos que han tenido lugar, sin embargo, parece especialmente importante destacar la respuesta de una fracción de la población tijuanense. Si bien las protestas provienen de algunos cientos solamente, el discurso masivo de los usuarios de redes sociales ante notas periodísticas, transmisiones de noticias e información sobre la caravana sigue esta línea de odio, desaprobación, xenofobia y racismo. Situación que ha dificultado algunos procesos de inserción social en los albergues, no sólo de la población de la caravana sino de centroamericanos que ya se encontraban en la ciudad.
Desde la experiencia de la Casa del Migrante en Tijuana A.C., hemos constatado que se comenzaron a presentar ataques verbales tanto en la vía pública como en los empleos de algunos migrantes centroamericanos. Se trata de personas que hacía semanas que laboraban y vivían en la ciudad y que no arribaron con la caravana ¾lo que habla de una permeabilidad veloz del discurso de odio¾. Esto es una pequeña muestra de los impactos culturales que generan estos discursos, a manera de bola de nieve, y que llevan a justificar ataques como el del 15 de noviembre en playas de Tijuana, donde los manifestantes intentaron golpear a migrantes pacíficos que hacían una barrera para mantener la distancia entre los manifestantes violentos y sus esposas e hijos.
Otro ejemplo claro, no sólo de la forma en que ha avanzado el odio a pasos agigantados, sino de la irresponsabilidad de algunos medios de comunicación, es una transmisión de tres horas que circula por internet sobre los acontecimientos del 15 de noviembre en las playas, donde se puede observar la presión que ejercieron los manifestantes, los golpes que propiciaron y el riesgo que significaron para la integridad de menores y bebés. Sin embargo, en un video que fue tomado de la misma se precia únicamente una escena de menos de un minuto donde un migrante centroamericano, en medio de su desesperación, amenaza a los tijuanenses.
Información trunca como ese video, la falta de actitud crítica y conocimiento por parte de la población y una creciente tendencia al consumo autómata de información, ha generado que los discursos de odio hacia centroamericanos encuentren un nicho en gran parte de la población de Tijuana. Por ello los siguientes meses serán decisivos y supondrán retos importantes para la ciudad en dos sentidos: por una parte, para frenar o contrarrestar los discursos de odio que se han generado en contra de la población migrante y, por otra parte, para atender al flujo de personas que arribaron, y las que arribarán de manera continua.
En relación con esto último, hace un par de días la Comar (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados) hizo presencia en la ciudad y comenzó a abrir casos para otorgarle a las personas migrantes la condición de refugiadas en México. De igual forma, el INM (Instituto Nacional de Migración) facilita visas por razones humanitarias a los centroamericanos, lo que ayuda a que consigan empleo. Estos factores hacen aún más urgente la necesidad de terminar con las actitudes de racismo y xenofobia.
Sin embargo, declaraciones como las del alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastelum, poco aportan al respecto, pues frases como: “los derechos humanos son para los humanos derechos”, “son una bola de vagos y mariguanos”, y otras más que exigen que los regresen a sus lugares de origen, refuerzan los estereotipos negativos sobre los centroamericanos. Esos discursos por parte del gobernante municipal, además de promover el rechazo hacia los migrantes, pueden retroceder lo logrado por décadas, como el ambiente de respeto, tolerancia y conciencia social que existía y se promocionaba en Tijuana.
Sin duda es el inicio de un periodo de retos para la sociedad civil organizada, para promover el respeto a las leyes, a los acuerdos internacionales, a los derechos humanos, pero, sobre todo, para luchar por mantener la bandera de una ciudad hecha de migrantes que comprende las dificultades de iniciar una vida nueva. Cerca de 50% de la población tijuanense es inmigrante, ha logrado alcanzar una estabilidad, volverse parte de una sociedad y rehacer sus vidas, y éste es un momento clave para no olvidarlo. Por último, es importante dejar claro que, aunque nuestro primer encuentro generacional con “los otros” no fue el ideal, al contrario, dejó mucho que desear, la conciencia social también ha sido manifestada por miles de tijuanenses que han apoyado a la caravana, acercándose a darles ilusión y velar por su bienestar.
[1] Al 22 de noviembre de 2018.
[2] Datos de la Oficina de Orientación legal de la Casa del Migrante en Tijuana A.C.