La sociedad civil organizada de la frontera sur mexicana en defensa de las personas migrantes y refugiadas*

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Diego Lorente Pérez de Eulate

Desde enero 2013 es Director General del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, ubicado en Tapachula, Chiapas, México

Introducción

Caracterizar en toda su extensión una realidad organizativa y humana tan amplia como la de acción social para las migraciones y en defensa de sus derechos en toda la frontera que separa actualmente México, Guatemala y Belice, es un reto casi imposible de lograr por su amplitud. En ese sentido, resulta necesario advertir que seguramente muchas acciones van a quedar sin ser nombradas y analizadas. Mis disculpas desde el inicio para aquellos y aquellas que no sientan visibilizado su trabajo.

Con todas estas precauciones, este artículo trata de describir y analizar estas realidades, tanto externas a las organizaciones como aquellas que se viven en su interior, cuya interacción marca la vida y los procesos que se van desarrollando en este complejo mundo que son siempre las organizaciones dedicadas a la movilidad humana en una frontera de más de 1,000 Km de longitud. Cierro el artículo con una serie de propuestas que en mi experiencia podrían fortalecer estos procesos y ser estratégicas para avanzar en una lucha todavía más intensa y articulada en favor de los derechos humanos de las personas obligadas a la movilidad en la región.

Caracterización actual de las organizaciones dedicadas a las migraciones y la defensa de los derechos humanos en la frontera sur mexicana

Descripción general

Tapachula, en la esquina Pacífico de la frontera, es lugar emblemático en materia migratoria. Múltiples e históricas razones hacen que el tema se respire en cada esquina y que se haya generado un actor social importante que lo aborda, heterogéneo y mayor que el que podemos encontrar en otras zonas de la región.

Las entidades más conocidas son albergues de diferente adscripción que por años han tenido sus puertas abiertas a migrantes en la ciudad, con un modelo de trabajo derivado de la migración en tránsito de inicios de los años 2000. Destacan el Albergue Belén, de la Red Scalabriniana, y el Albergue Jesús del Buen Pastor, de inspiración católica y regentado por la señora Olga. Hay también otros más pequeños y dedicados en específico a niños, como el Albergue Todo por Ellos, Albergue del Ejército de Salvación o el Albergue Esperanza. Además de ellos, encontramos organizaciones de larga data que sin dedicarse al tema migratorio en específico, pero por la intensidad del hecho en la ciudad, se han sumado al trabajo como: Una Mano Amiga, dedicada a la lucha contra el VIH-SIDA, o Por la Superación de la Mujer, dedicada a dar cobijo a mujeres víctimas de violencia.

Organizaciones con un enfoque de derechos humanos plenamente instalado están el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, con poco más de 20 años de existencia, Médicos del Mundo – Misión Chiapas, filial de la organización internacional y dedicada a trabajar la salud integral, especialmente de las trabajadoras sexuales. El Servicio Jesuita a Refugiados-SJR, quien abrió su oficina el año pasado tras varios años de ausencia en México, y una pequeña organización centrada en la atención a niños, como es Iniciativas para el Desarrollo Humano.

En otros puntos de la región observamos que va decreciendo el número de organizaciones dedicadas al tema. Cerca de Tapachula y todavía en el Soconusco encontramos el trabajo del Padre Heyman en Huixtla, a través de la parroquia que regenta. En Arriaga, hoy día con menos importancia que hace unos años por los cambios acontecidos en la ruta del tren, tenemos la Casa del Migrante de esta ciudad. Y en Frontera Comalapa, encontramos pequeñas organizaciones que tratan el tema en ocasiones como el Comité de Derechos Humanos Oralia Morales y de forma reciente el Servicio Jesuita a Migrantes, quien cuenta hoy con dos albergues.

La capital del estado de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, a pesar de su tamaño e importancia, apenas cuenta con dos organizaciones que abordan la cuestión migratoria: una Casa del Migrante y otra dedicada a la defensa de los derechos de la mujer. En la región de Los Altos, San Cristóbal de Las Casas es una ciudad cada día más importante para el tránsito y destino de migrantes, a pesar de ello y de su alta densidad organizativa, apenas cuenta con dos o tres asociaciones que tratan la temática. Voces Mesoamericanas-Acción con Pueblos Migrantes es quien con más fuerza está trabajando la movilidad humana. Formación y Capacitación (FOCA) a partir de su lucha por los derechos de las mujeres en las comunidades de los Altos y la Pastoral de San Cristóbal de Las Casas, quien ha creado la entidad SEPAMI (Servicio Pastoral a Migrantes San Martín de Porres), también hacen lo propio.

En Comitán tienen lugar otros procesos organizativos como Enlace Comunicación y Capacitación desde una mirada de desarrollo; FOCA; el Colectivo La Ceiba desde su propuesta de educación popular; y más recientemente, el Colectivo Kaltsilaltik. En Ocosingo esporádicamente trabaja el tema el Centro de Derechos Humanos Fray Pedro Lorenzo de la Nada, quien tiene su fortaleza en el trabajo comunitario. Y en Palenque, por ser lugar de paso del tren, encontramos la Casa del Migrante “Hogar de la Misericordia” y la Casa de la Mujer, que enfrentan a diario la atención a decenas de migrantes en un contexto de alta xenofobia y criminalización.

En Tabasco, el principal referente es la 72 – Hogar Refugio para personas migrantes (Foto 1), creada tras la masacre de San Fernando, Tamaulipas, acontecida en agosto del 2010. Se encuentra ubicada en un lugar estratégico de la ruta fronteriza como es Tenosique, donde la afluencia de personas, particularmente hondureñas, es muy amplia. Este Hogar, se ha convertido en un referente de como una entidad católica en principio asistencial puede evolucionar sin perder su compromiso de acogida hacia un centro de derechos humanos con un modelo de defensa integral.

Encontramos también en Tabasco algunas expresiones de solidaridad hacia los migrantes en términos de asistencia básica, en parroquias y lugares ubicados cerca de las vías del tren. Así como organizaciones de larga trayectoria en la defensa de los derechos humanos que han prestado atención esporádicamente al tema migratorio. Es el caso del CODEHUTAB en Villahermosa. Esta realidad se repite en toda la frontera con otras organizaciones como el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas o SEPAZ en San Cristóbal en temas de trata.

En Quintana Roo, sorprende la ausencia de organizaciones que se dediquen al tema. A pesar de que el estado tiene realidades de migración interna e internacional muy intensas, sólo se conocen algunos esfuerzos esporádicos de miembros de la academia para promover la regularización migratoria de personas sin legal estancia en México y por abordar el tema de niñez o de trata.

En materia de vínculos que articulen los esfuerzos anteriores, la mayoría de las organizaciones especializadas nos encontramos en redes propias de este lado de la frontera como la Comunidad de Aprendizaje Psicojurídica, y en redes binacionales con organizaciones de Guatemala como la Mesa Transfronteriza Migraciones y Género (MTMG) (Foto 2). Del mismo modo, pertenecemos a otras más amplias como la Red Todos los Derechos para Todos y Todas (Red TdTT), donde existe un grupo sureste y un grupo específico de movilidad humana. Igualmente nos encontramos en redes de carácter nacional, como el Grupo de Trabajo sobre Política Migratoria (GTPM), el INILAB y el COMPA.

Es el caso de la academia, investigadores/as de entidades como el CIESAS o el ECOSUR (Tapachula, San Cristóbal y Campeche) llevan años aportando investigación teórica y participativa sobre el hecho migratorio. Otros organismos internacionales como OIM, UNICEF y ACNUR sin duda tienen también importancia en el desarrollo de una acción de monitoreo y defensa de migrantes y refugiados en la zona.

Factores externos a tener en cuenta en el trabajo de las organizaciones

Un factor que influye de manera esencial en la vida de las organizaciones de derechos humanos en la zona, es el inmenso reto que enfrentan al operar en contextos permeados por la exclusión, la corrupción y la impunidad. Situación que muestra de forma clara cómo se está deteriorando la realidad social, económica y política en los países de la región a causa de un modelo de desarrollo clasista, antidemocrático, patriarcal y desigual en casi todas sus expresiones.

Afrontar esta realidad social tan compleja, es un trabajo muchas veces extenuante y desbordante porque no se observa un final a la acción que se ejecuta. La frustración surge entonces como un factor a tener en cuenta y que explica muchas veces como ciertos procesos inician con mucha fuerza y terminan deteriorándose y cansando a quienes los promovieron.

Al tiempo que las organizaciones se multiplican para atender la problemática, con recursos humanos siempre escasos y desgastados, surge también un lento pero continuo proceso de deslegitimación de su trabajo por parte de las autoridades y los grupos de poder que las sustentan. Algunas noticias divulgadas en los medios de comunicación locales o estatales, vienen a criminalizar sus acciones. Esto provoca que, en una sociedad como la actual donde se maneja más información que nunca pero de forma confusa, los prejuicios hacia la cultura organizativa de los derechos humanos vayan aumentando.

Otro elemento externo que afecta el trabajo de las organizaciones son las políticas y prioridades que siguen las entidades donantes, las cuales en la totalidad de los casos se deciden en espacios muy diferentes al de la frontera, provocando duplicidades en las acciones que alientan diferencias de por si existentes, por ejemplo, entre organizaciones del centro de los países que impulsan proyectos para la frontera sin conocerla a fondo y quienes trabajan de manera constante en la zona. Esta situación genera relaciones de poder demasiado desiguales entre donantes y donatarios.

Otro factor que está complejizando más la acción de las organizaciones, son las acciones intimidantes y represoras ejercidas por parte del Estado, ya sean regulares o al margen de la Ley. Esta amenaza hacia defensores y defensoras de los derechos de las personas migrantes se ha incrementado en la zona durante los últimos años debido a la mayor presencia del tema en las agendas políticas, la creciente militarización y el involucramiento del crimen organizado en el tema migratorio.

Factores internos que desgastan a la sociedad civil organizada

El contexto social y político en que se desarrollan las migraciones en la zona hace vivir a las organizaciones en una constante saturación de sus agendas. Es complicado distinguir entre lo urgente y lo importante, sin que puedan establecerse prioridades adecuadas en el trabajo. Esta realidad convive en un movimiento social pro migrantes que tiene su origen en muchos casos en el asistencialismo basado en la caridad cristiana.

Lo anterior marca fuertemente el tipo de acciones y análisis que realizan muchas de estas entidades, las cuales suelen tener un sentido de atención social de la emergencia, más que el confrontar las causas estructurales y aportar así a la construcción de una política integral del hecho migratorio.

Esta combinación de recursos humanos sin una mirada política fortalecida, muchas veces provoca en el movimiento pro migrantes de la región un panorama de acciones sin un fin claro, y sin una mirada estratégica a largo plazo que dificulta contemplar enfoques tan importantes como la perspectiva de género y el respeto a la diversidad étnico-cultural existente en la zona.

La poca disposición a la autocrítica de quienes trabajan desde esta mirada, y en general de quienes nos dedicamos a temas sociales por todo el trabajo y compromiso que le ponemos a nuestras acciones, impide muchas veces analizar con frialdad esta realidad, sacar lecciones y rectificar errores, que acaban desprestigiándonos y desvalorizándonos ante quienes queremos influir, sean actores políticos o la sociedad en general.

Por otro lado, la ausencia muchas veces de las propias personas afectadas dentro de las organizaciones que defienden sus derechos, obstaculiza los procesos de incidencia, pues no permite contar con el sentir de quienes viven la problemática. Aun así, en los últimos años han habido cierto avances en este sentido, por ejemplo, la aparición de los comités de familiares de migrantes desaparecidos en los Altos de Chiapas (Comité Junax Ko’tantik) (Foto 3); el intento constante de organizaciones como el CDH Fray Matías (espacio Tja Xuj-Casa de la Mujer) (Foto 4) o la 72 de impulsar espacios participativos donde las personas migrantes y refugiadas puedan empezar a organizarse; o la combatividad que muestran las Caravanas de madres centroamericanas en búsqueda de sus hijos.

Algunas propuestas para afrontar el reto del trabajo organizativo en materia de movilidad humana en la frontera sur

El sentido de autocrítica y reflexión que tienen los apartados anteriores de este artículo no pretenden en absoluto caer en la frustración o en un sentimiento de decepción, al contrario, buscan pensar en caminos que permitan afrontar con más efectividad las realidades expuestas. A ese respecto, mi principal propuesta es reforzar el análisis político-estratégico de las organizaciones y equipos frente a la realidad migratoria que trabajamos. Abriendo espacios para indagar con mayor fuerza en las causas estructurales de las problemáticas que se viven.

Este refuerzo de la formación política, si hacemos memoria de lo acontecido en otros movimientos sociales, fortalecería estrategias a desarrollar, dándoles una visión más a largo plazo, mejoraría el sentido de pertenencia y de ejercicio colectivo necesarios para un verdadero trabajo en equipo, acercaría al movimiento pro migrantes a otros sectores de la defensa de los derechos humanos, y reforzaría la seguridad y protección de los y las defensoras, dándoles más herramientas y redes de protección ante ataques y amenazas de parte del Estado o de actores al margen de la Ley.

Para ello, es necesario que las entidades sociales nos demos el tiempo para tener estos espacios de análisis y formación interna, algo que no es sencillo y que no suele ocurrir con frecuencia. Una formación que no debe pasar necesariamente por espacios formales, sino que debería, a mi juicio, complementarse con momentos formativos basados en intercambios de experiencias con organizaciones de mayor recorrido en la defensa de derechos humanos y con miembros de mayor experiencia. Esa interacción ayudaría de igual forma a superar visiones a veces muy locales del hecho migratorio.

Pero incluso con todas las acciones anteriores, sigue faltando un sujeto político migrante con condiciones para liderar la defensa de sus derechos. Por eso, la principal propuesta del CDH Fray Matías es seguir reforzando este sujeto migrante exigente de sus derechos. Algo que es posible porque a pesar de sus dificultades y vulnerabilidades, estos grupos han logrado organizarse de manera ocasional y ganar cada día más visibilidad (Foto 5). Si bien son procesos organizativos en formación, débiles todavía en liderazgo y mirada estratégica, sería importante que las organizaciones de derechos y migración de la región les acompañáramos de manera solidaria.


[*] Este artículo está extraído del capítulo dedicado a la misma temática del Documento de Agenda Política del CDH Fray Matías para los años 2017-2020, que guía su trabajo y que es obra del mismo autor.