Ollinca I. Villanueva
UNICACH
En Latinoamérica, como en otros territorios del mundo, los profundos cambios en la demografía han tenido un importante impacto en las identidades femeninas y, por consiguiente en las dinámicas familiares. Al respecto, Arriagada (2001:13) identifica que los procesos productivos y las modalidades laborales vigentes se han definido por el trabajo y la mano de obra femenina remunerada; de esta manera, las mujeres se suman a un campo que, aunque definido por la precariedad y la inestabilidad, las incluye en la categoría de proveedoras dentro del ámbito familiar.
Las anquilosadas fuentes de trabajo, la violencia social y las permanentes crisis económicas en América Latina fomentan la búsqueda de nuevos campos laborales fuera del lugar de origen, movilidad territorial que propicia nuevos patrones de conyugalidad, prácticas de crianza y maternidad (Pedone, 2010:11). Así, los roles femeninos que históricamente se han vinculado a la familia y al ámbito doméstico como ejes estructurantes, sufrieron importantes resignificaciones en las últimas décadas.
Las mujeres mexicanas, salvadoreñas, ecuatorianas y hondureñas, protagonizaron los discursos académicos, políticos y mediáticos, siendo las maternidad uno de los temas centrales de la discusión. En ocasiones responsabilizándolas de la desarticulación de las familias –pues los discursos oficiales que hablaban de una nueva feminidad sustentada en la igualdad, encontraron reticencias cuando entraba en juego el tema del cuidado de los hijos/hijas a distancia– y, en otros casos, se les veía como víctimas que se sacrificaban a sí mismas por el bienestar de quienes dejaron en el lugar de origen. Estas visiones dicotómicas reflejaron valoraciones morales que oscilaron entre la apreciación de “la buena” o “la mala madre”, nociones que se matizan en las experiencias de las mujeres, siendo el caso de las hondureñas uno de los ejemplos.
La migración contemporánea más intensa de población hondureña surgió en la última década del siglo xx, ante la recesión económica de su país. El principal lugar de destino ha sido Estados Unidos (pnud, 2006:150,151); sin embargo, con el creciente endurecimiento de las fronteras (particularmente las que permiten el ingreso a México y a Estados Unidos), el flujo migratorio se encontró ante un nuevo escenario: los lugares que eran considerados de tránsito en territorio mexicano, se convirtieron en destinos no planeados distintos al del propósito inicial.
Los desplazamientos intrarregionales comenzaron a mostrar de manera contundente un mercado de trabajo desregulado para las mujeres, que se ubicó principalmente en el servicio doméstico, en las actividades asociadas al cuidado, en el comercio, la agroindustria (Flacso, 2012) y la economía asociada a los bares y la prostitución, opciones que se pueden observar en la localidad de Frontera Comalapa, territorio de recepción cercano a la segunda garita migratoria ubicada entre Guatemala y México.
La nacionalidad, la condición de clase social y la situación de género definieron la diferenciación y jerarquización social en los empleos, lo que implica que ‘ser mujer hondureña’ en Frontera Comalapa se asocia a un imaginario marginalizado, en el que, independientemente de las actividades que se desempeñen, la estigmatización constituye un referente en la identidad de estas mujeres, pues son vistas como mujeres de “moral relajada”, que amenazan el orden familiar y moral. Este contexto enmarca las experiencias laborales y familiares transnacionales de las mujeres que permanecen en esta localidad, aunque no de la misma manera para todas, pues la posición familiar que asumen algunas, no necesariamente es como proveedoras.
En el caso de quienes están comprometidas a enviar remesas a sus lugares de origen y viven la emergencia de encontrar los medios necesarios para ser solventes, encuentran en sus nuevos empleos mayor estabilidad económica, que se traduce en fluidez y cercanía con los hijos/hijas, lo que les brinda la sensación de estar presentes en sus vidas. De esta manera, la interacción que sostienen con sus familias responde a las condiciones sociales y contextuales, como lo señalan Zentgraf y Stoltz (2012). La comunicación a distancia, las visitas furtivas, los envíos de obsequios y las remesas, se posibilitan con el acceso a medios tecnológicos, así como con la posición laboral y económica.
Trabajar en los bares del Soconusco les permite contar con un ingreso mayor, aunque en muchas ocasiones deciden mantener oculta la actividad que realizan en territorio mexicano a la familia hondureña, previendo que se reproduzca el señalamiento de “mala mujer”, que en el lugar de destino ellas asumen, no sin elaborar estrategias activas ante el señalamiento, tales como la conformación de discursos de resignificación del trabajo que les posibilita el cuidado de los hijos/hijas a distancia.
Otra posibilidad es que las mujeres que tienen hijos/hijas privilegien alguna satisfacción personal, lo que en ocasiones resulta en un anclaje al territorio mexicano ante el surgimiento de afectos y relaciones parentales en el lugar de destino; en la construcción de proyectos académicos o laborales; o en la posibilidad de experimentar vivencias de independencia. De esta manera, se pueden postergar los envíos monetarios dejando a los hijos/hijas al cuidado de las abuelas o padres, asumiéndose o no el rol maternal, lo que nos aporta un nuevo elemento en el tema.
Lo planteado invita a la reflexión en torno al dinamismo transformador de los roles y vínculos de las mujeres, pues estos no son estáticos ni lineales, así como tampoco uniformes. Dicho panorama se aleja de la noción de “instinto maternal” inherente tradicionalmente al cuerpo femenino, pues el nuevo contexto migratorio, en el que se trabaja y reproduce la vida, plantea transformaciones de las relaciones e incluso el establecimiento de nuevos proyectos reproductivos que desembocan en parentelas de distintas nacionalidades. Así, la maternidad de las mujeres que migran se explica desde otros frentes, mostrando que se trata de una relación que transcurre en el ámbito de la familia, pero que se flexibiliza cuando la comunicación con esta se suspende, se prolonga, se reinventa o incluso se rompe.
Estas situaciones necesitan verse en toda su complejidad, apartándonos de juicios de valor que corresponden con nociones preconcebidas del ‘deber ser mujer’, dando paso a nuevas discusiones y planteamientos en esta problemática, reparando en que la misma persona puede encarnar distintas maternidades al mismo tiempo, siendo calificada de “buena” y de “mala madre” simultáneamente, y en que el contexto social y laboral tienen un importante peso en la persistencia del vínculo relacional a distancia.
Bibliografía
Arriagada, I. (2001). Familias latinoamericanas. Diagnóstico y políticas públicas en los inicios del nuevo siglo. Santiago de Chile: Naciones Unidas.
Pedone, C. (2010). Introducción. Más allá de los estereotipos: desafíos en torno al estudio de las familias migrantes. En G. I. Migrantes, Familias, jóvenes, niños y niñas migrantes. Rompiendo estereotipos. (págs. 11-16). Madrid, España: IEPALA.
PNUD. (2006). Informe sobre Desarrollo Humano Honduras 2006. Hacia la expansión de la ciudadanía. San José, Costa Rica
Zentgraf, K. M., & Stoltz Chinchilla, N. (2012). Transnational Family Separation: A Framework for Analysis. Journal of Ethnic and Migration Studies, 345-366.
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), sede Costa Rica; Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» y Ford foundation. (Abril de 2012). El sistema de migrantes regionales y las características de la población migrante [Boletin]. En Migración y Derechos laborales en Centroamérica (págs. 1-8). San José, Costa Rica. Recuperado el 26 de junio de 2014, de FLACSO sede COSTA RICA: http://www.flacso.or.cr/images/documentos/dl_boletin1.pdf
Mapa 1. Ubicación de Frontera Comalapa y de las carreteras que comunican a la localidad con las principales ciudades del estado.
Fuente: Elaboración propia a partir de las iconografías de Chiapas, disponibles en 2015 Google, INEGI.