Jorge Choy Gómez
Al principio fue doloroso, porque iba dejar a mi papá… siempre había estado con él. Fue difícil y a la vez fue fácil. Me vine con mi mamá y a la vez me sentía así como que quería regresar [risas]. Pero el camino fue largo […], fue fácil. (Daniela, Tapachula, septiembre de 2011).
La vida de Daniela, de origen hondureño, ahora residente en Tapachula ha estado llena de “blancos y negros” –como ella misma asegura–. Por un lado, se sintió muy contenta de haber migrado a Tapachula para reunificarse con su madre después de nueve años sin verla y escuchándola sólo por teléfono e imaginándola en “los United”. Mary, su madre, había migrado originalmente a Estados Unidos, cuando Daniela tenía 4 años de edad, y desde allá se comunicaba telefónicamente con su hija quien imaginaba su vida en Estados Unidos. En el norte Mary rehizo su vida familiar al lado de Pedro, un tapachulteco a quien conoció en su tránsito hacia Estados Unidos y juntos procrearon una hija y un hijo que lograron obtener la nacionalidad estadounidense. Después de varios años la familia, decidió volver y residir en Tapachula. Una vez instalados en su nueva residencia Mary llamó a Daniela a Honduras para que se reunificara con ella, después de tantos años de no verse, y se integrara a su nueva familia y sus “nuevos” hermanos. Hoy Daniela tiene 21 años, relata que la ansiada reunificación ha sido difícil. Los años de ausencia, con una madre migrante, y la distancia trastocaron definitivamente la relación entre ambas. Ni una ni otra son las mismas, y la reunificación representaba el reto de congregar a Daniela con la nueva y desconocida familia de su madre.
Basadas en el concepto maternidad transnacional, Pierrette Hondagneu-Sotelo y Ernestine Ávila (1997) en la revista Género y Sociedad (Gender and Society) señalaron que las transformaciones en la concepción de la maternidad había que entenderlas en un contexto migratorio, como lo registraron en mujeres migrantes mexicanas y centroamericanas en Los Ángeles, California. Su argumento se basó en la idea de que la maternidad en el proceso migratorio, más allá del cuidado de los hijos a través de las fronteras, tiene un elemento central que reconfigura su definición: mujeres experimentan conflictos con la definición tradicional de su papel como madres en el plano emocional, subjetivo, y esto hace que cuestionen su propia condición de mujeres.
Abonando sobre esa idea Hartmann (1981) apuntó que los conflictos en la familia están influidos directamente por el sistema económico patriarcal, los integrantes de la familia reproducen relaciones basadas en lo que se espera de ellos en el sentido de los roles asignados: de género, de generación. Sin embargo, los grupos domésticos también hacen ajustes a esta estructura.
Hoy día en Daniela, el locus de la familia al ser la hermana mayor, están depositadas las esperanzas del futuro del grupo familiar y en quien también se reconstruyen los orígenes que condicionan ese futuro —muy a la manera de como Bourdieu plantea el habitus, señalándolo como un límite con márgenes más o menos definidos de acción. En algún sentido en Daniela se ha situado el peso y la responsabilidad de seguir el buen trayecto del grupo, pero, al mismo tiempo, con cursos de acción que pueden redireccionar esas trayectorias que condicionan (Bourdieu, 1989: 123). Sin embargo, la vida no es lineal y sí cubierta de contingencias cotidianas entre las que Daniela y su nueva familia no logran “encuadrar”.
Aquí, las palabras de Pedro que denotan la tensión y la dificultad que ha representado la integración de Daniela con su familia:
[Daniela] No hace nada… Pa’ empezar, ese trabajo que tiene ni es bueno ni le pagan bien y trabaja una o dos veces a la semana, y todo se lo gasta en ella porque yo no veo que diga: “Mire, mamá, aquí gané esto”. Mis hijos, pues son mis hijos, pero ella no. Y peleo con su mamá, pero me tiene que dar la razón, porque es una chamaca que no entiende todavía porque no tiene edad. Mis hijos están en la escuela y ella ni eso… y al final, pues come y se viste, como todos. (Don Pedro, Tapachula, octubre de 2011).
Los grupos domésticos con trayectorias migratorias diferentes entre sí, como el de Daniela y su familia, realizan ajustes como los que menciona Bourdieu, en los que intervienen no sólo los factores mencionados por Hartmann (1981), también otros procesos, como los transnacionales. Kearney (1995) sostiene que el proceso de globalización –la división internacional y de género del trabajo, por ejemplo– dista del proceso transnacional en un elemento clave: mientras la globalización es excéntrica a un punto territorializado, está en el espacio global y lo trasciende, el proceso transnacional generalmente está anclado en dos o más estados-nación. La maternidad transnacional de la que hablan Hondagneu-Sotelo y Ávila se inserta en este proceso, pero también tiene efectos de largo alcance, como los vividos en el grupo doméstico del país de recepción.
No obstante lo complejo del panorama de la reunificación familiar y los conflictos dentro del grupo doméstico, como el de Daniela, también encontramos historias que trastocan un poco el paradigma del conflicto continuo e ilustran de qué manera se reconfiguran las responsabilidades en el grupo familiar. Es el caso de Iván, un joven mexicano de 20 años que vive en Tapachula con su abuela Esther, oriunda de La Ceiba, departamento de Atlántida, en la costa norte de Honduras. Su mamá, Layla, vive en Los Ángeles y migró para enviar dinero a Iván y a su abuela. La familia de Iván ha echado mano de los recursos disponibles: redes sociales, el cuidado transnacional, la orientación de una institución (iglesia). Asistir a la iglesia, según sus propias palabras, les ha otorgado conciencia de que las responsabilidades en la casa nunca terminan y, al contrario, se deben suplir los papeles que han quedado vacíos para seguir con la unidad familiar. En esta familia la estructura se ha ajustado y cada quien se adapta al papel que le ha tocado representar: Iván asiste a la escuela y a la iglesia, su mamá envía el dinero para que él y su abuela subsistan, y su abuela cuida y educa a Iván mientras su mamá se encuentra “lejos”. Los tres, aceptan el papel, aunque con algunas reticencias, de vez en cuando, pero sabedores de que se volverán a reunir en un futuro no muy lejano.
Los procesos de integración en la sociedad de acogida no son lineales y progresivos, se tratan de ajustes continuos de los proyectos de vida. Las negociaciones en el seno del grupo doméstico y la diferencia generacional y de género, son algunos de los aspectos que advierten la creciente complejidad a la que se enfrentan las personas (in)migrantes en el proceso de integración en la sociedad de acogida, en el marco políticas migratorias cada vez más restrictivas.
Bibliografía
Bourdieu, Pierre (1989) “El espacio social y la génesis de las ‘clases’ ”, Estudios sobre las culturas contemporáneas, septiembre, año/vol. III, núm. 7, México, Universidad de Colima, pp. 27-55, disponible en http://bit.ly/UW391q.
Hondagneu-Sotelo, Pierrette y Ávila, Ernestine (1997) “I’m here, but I’m there: the meanings of latina transnational motherhood”, Gender and Society, vol. 11, núm. 5, pp. 548-571.
Hartmann, Heidi Y. (1981) “The family as the locus of gender, class and political struggle: the example of housework”, Signs, vol. 6, núm. 3, pp. 366-394.
Kearney, Michael (1995) “The Local and the Global: the Anthropology of Globalization and Transnationalism”, Annual Review of Anthropology, vol. 24, pp. 547-565.