Mariana Madrigal
En 2016 documenté una serie de registros sonoros con los que buscaba indagar el performance de mi voz dependiendo de la situación en la que me encontrara. Detrás de este acto había una inquietud que era frustración y herida. Me inquietaba la ironía. Por un lado, no le tenía miedo al escenario debido a mi tiempo de experiencia como declamadora y como actriz. Por otro lado, debajo del escenario me resultaba difícil comunicar a los demás mis ideas con claridad, de manera que al hablar proyectaba inseguridad.
Para el Diplomado en Antropología del Arte decidí analizar las fluctuaciones de mi voz en los registros antes mencionados. Incluyo aquí dos reflexiones que surgieron en el proceso. La primera es de marzo de 2017 y la segunda, más reciente, fue escrita en diciembre del mismo año tras escuchar una grabación antigua de un programa de radio que hice en la universidad el 01 del marzo del 2013.
Registros
1
Mi voz al menos suena… como al sonido de un televisor análogo que trata de ajustarse cuando hay interferencia. He visto que la gente al escucharme, oye la interferencia. Batallan en entender lo que digo. Así que tengo que repetirlo de nuevo.
Esto me desanima ligeramente, pues me hubiera gustado que el chiste llegara en momento oportuno, para no repetirlo. O de haber dicho algo equivocado, no tener que volver a equivocarme al repetir lo que dije y no pudieron escuchar. Al menos los demás, escuchan la interferencia. Este es un gran avance.
2
Hacer el ejercicio de escucharme hace 5 años, me pone nerviosa, sobretodo porque en todo este tiempo nunca me había atrevido a escuchar la grabación completa sino hasta ahora. El programa duró 29:11 minutos. Escucho y tomo nota de los momentos en los cuales hablo.
Primera intervención 03:10
Segunda intervención 05:15
Tercera intervención 06:06
Cuarta intervención 08:30
Quinta intervención 12:39
Sexta intervención 13:15
Séptima intervención 16:01
Octava intervención 17:40
Novena (mini) intervención 19:20
Décima intervención 19:50
Onceava (mini) intervención 21:41
Doceava (mini) intervención 22:24
Treceava intervención 23:28
Catorceava intervención 23:53
Quinceava intervención 26:36
Despedida 27:40
«Y yo Mariana Madrigal, hasta luego»…
Me escucho y río. Descubro que si pudiera escribir como hablo escribiría-así-como-con-espacios-y-se-escucha-como-un-robot. Y así hablo pero uno de mis deseos es hablar como escribo.
Noto algo en mis intervenciones, también noto que si escribiera como hablo… hablaría con puntos suspensivos porque dejo oraciones inacabadas…
Y….
Es…
En ese momento, no tenía miedo de estar en la cabina, la cabina me gustaba. Es un espacio especial. Hay un micrófono, hay privacidad, hay un cuarto de control que te da seguridad. Hay personas que escuchan y estás tú dispuesta a hablar.
Hallazgos
¿Por qué puedo pararme en un escenario y hacer un performance ante cientos de personas y a la hora de comunicarme como yo ante un número igual o menor me paralizo?
No tenía del todo claro el porqué de la parálisis, y quise indagar en mi performance ante distintas situaciones para poder así escuchar cómo era mi voz cuando «yo» era más «yo», pues me daba cuenta que en el escenario la voz emergía segura y fuera del escenario emergía con timidez. Durante el tiempo que me grabé, no lo hice en ningún momento con la idea de generar un proyecto; empecé a grabarme por simple curiosidad y además, era divertido hacer cómplices a los demás —tanto a los más cercanos como a las personas que me topé una vez— en una búsqueda interna para encontrar algo, quizá respuestas o quizá más preguntas o quizá sólo una luz entre tanta polvareda.
Descubrí que la Mariana que se sube al escenario resultaba ser más segura porque sabía qué decir pero sobretodo porque hablaba desde un lugar donde se considera correcto decir, hablar y expresarse. A qué me refiero, me refiero a que en un teatro, entre los involucrados existe un acuerdo implícito para escuchar al otro. Se sabe que estarán los actores y los espectadores. Si lo vemos así, podemos ver ahí el claro reflejo del modelo telegráfico y lineal de emisor, mensaje y receptor. Sin embargo, el arte de alguna u otra forma quiere transformar y en cualquiera que sea su manifestación quiere generar, o al menos así lo veo yo, movimientos internos en las personas para que se cuestionen o inquieten ante el mundo real y su mundo interno.
Dicha transformación supera el modelo telegráfico y se produce a mi parecer en una relación dialógica como lo propone Patricia Tovar en Comunidades utópicas: procesos de colaboración transdisciplinares (2017). Esta relación dialógica no sería posible sin el contacto o el diálogo. Con esto en mente y retomando lo que menciono anteriormente sobre el teatro, pienso que el concepto de «espectactor» de Augusto Boal (1980) abre camino para reconfigurar el modelo telegráfico, pues sugiere que dentro del teatro se debe reconocer al público como partícipe de la puesta y no como sujeto pasivo que observa la obra. Quiero retomar ahora la cita de Witkin que rescata Tovar sobre el modelo orquestal que se contrapone al telegráfico y que me hace replantearme lo que pensaba en un inicio sobre la seguridad arriba y abajo del escenario:
«La analogía de la orquesta tiene la finalidad de hacer comprender como puede decirse que cada individuo participa en la comunicación, en vez de decir que constituye el origen o el fin de la misma. La imagen de la partitura invisible recuerda más precisamente el postulado fundamental de una gramática del comportamiento que cada uno utiliza en sus intercambios más diversos con el otro. En este sentido podríamos hablar de un modelo orquestal de la comunicación, por oposición al «modelo telegráfico». El modelo orquestal, de hecho, vuelve a ver en la comunicación el fenómeno social que tan bien expresaba el primer sentido de la palabra, tanto en francés como en inglés: la puesta en común, la participación, la comunión» (Yves Winkin, 2008, p. 24-25).
La polvareda en mi mente se empieza a disipar, no es que arriba sea más segura porque sepa lo que voy a decir. Sucede que allá me dispongo con arrojo y voluntad para «sonar», tal y como si fuera un instrumento, participando así dentro de la orquesta del mundo. Y llevo este pensamiento y esta convicción más allá y empiezo a considerarme un instrumento único en dicha orquesta; que no es único porque sea especial o privilegiado, es único porque tiene su propio sonido y su propia materia. Si extrapolamos sonido y materia a la inmaterialidad y materialidad del ser humano, se podría decir que el sonido es la autenticidad del individuo y la materia es el contexto que lo ha formado como individuo.
Me doy cuenta que he pasado por alto un escenario, uno que era preciso que reconociera: el escenario interior. Descubro que cada quien habla desde un lugar interno que imagino es como un escenario. El acto de habla proviene de un escenario interior de donde lanzamos nuestro pensar y nuestro sentir. Pienso en el evento comunicativo visto como puesta en común. Imagino así el evento comunicativo, como una puesta de la que todos somos partícipes. Es una puesta que vamos construyendo y cada quien tiene un pedazo de escenario dentro de sí para construirla. Desde el pedazo de escenario que soy, me uno con los otros para ampliar nuestra puesta en escena. A veces llega a ser un musical, una tragedia o una comedia. ¿De qué va nuestra historia? Es preciso preguntarnos.
Transformación
Tomo mi celular y hablo la aplicación que corresponde a la grabadora de voz. Oprimo el botón rojo para grabarme y digo:
«Estoy abajo del escenario, pero desde el pedazo de escenario que soy, tomo fuerza y seguridad para hablar porque es digno poder expresarse, vaya es digno porque vivo y porque tú también vives y quiero escucharte…»
Luego, canto.
Bibliografía
Tovar, P. (2017) Comunidades utópicas: procesos de colaboración transdisciplinares. Iberoamérica Social. Revista-red de estudios sociales.
Boal, A. (1980) Teatro del Oprimido. Editorial Nueva Imagen, S. A.