Sp’ijil smantal jtotik jme’tik ta Sots’leb, Chiapas・Sabidurías, enseñanzas y consejos de los ancianos y ancianas mayas de Zinacantán, Chiapas
Lourdes de León Pasquel y Antonio de Torre López, Ilustraciones de Roberto Antonio López de la Cruz, CIESAS, México
Todos los seres humanos nacemos con nuestra raíz en una familia, en una comunidad, en una cultura, y con nuestra lengua materna.
Somos iguales pero también diferentes. Somos iguales porque somos humanos: podemos ser hombres, o mujeres, o ancianos, o niños, o jóvenes. Sin embargo, también somos diferentes si somos japoneses, alemanes, italianos, hindúes, mexicanos, o de cualquier otra parte del mundo. Incluso si somos mexicanos tendremos diferencias si somos de la Ciudad de México o si pertenecemos a la costa de Veracruz, la sierra mixe de Oaxaca o al pueblo maya de Zinacantán, Chiapas, entre tantos lugares.
Nuestra lengua también es diferente: podemos hablar japonés, italiano, alemán, punjabi, español, náhuatl o tsotsil, entre tantas lenguas que hay en el mundo. Nuestra ropa puede ser distinta también; por ejemplo, las mujeres podemos usar kimono, vestido, sari, enagua o huipil, o enredo con faja. Nuestros rasgos físicos también varían, podemos tener los ojos rasgados, la piel morena, el cabello rubio, o negro, rizado o lacio; podemos ser altas o bajas, delgados o gordos, con algún tipo de discapacidad. Nuestros alimentos también pueden ser diferentes: podemos comer sushi de pescado, o espagueti, o curry, o mole, o tsajal ve’lil (puerco en salsa roja con maíz) entre otras variedades de comida.