El azaroso camino en la producción el territorio

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Dra. María de la Luz Romero Valderrama

Laboratorio Audiovisual del CIESAS

Durante la década de los noventa, diversos estudiosos y críticos de los procesos globales y su impacto en los espacios-territorios cuestionaron una serie de ideas tejidas a lo largo de los años ochenta, en torno a que la globalización neoliberal conllevaría a un proceso de “desterritorialización” o “deslocalización”, al trazar una lógica homologante y universal sustentada en el papel del mercado, generando con esto “la disolución de fronteras, el debilitamiento de los poderes territoriales y la muerte por asfixia de los particularismos locales”, es decir, la desaparición de los “lugares”, referidos éstos al ámbito de lo “local, la tradición y el trabajo” (Giménez, 2000) e insistieron en la necesidad de volcar nuestra mirada hacia procesos sociales más acotados, concretos, ubicados a escala local.

Indudablemente, la rica reflexión teórica que se generó en la década de los noventa, se vio alimentada por la efervescencia de las luchas de resistencia que diversos actores venían librando en defensa del territorio y sus modos de vida. El emblemático movimiento del EZLN en 1994 reforzó así el planteamiento sobre el “retorno de la comunidad”, al destacar la importancia que estos espacios “acotados, contiguos, de vecindad” seguían teniendo en la fase global-neoliberal del capitalismo, señalando que, “las mentes se despiertan en un mundo, pero también en lugares concretos, y el conocimiento local es un modo de conciencia basado en el lugar, una manera lugar-específica de otorgarle sentido al mundo” (Escobar, 2000). Es decir, es en el espacio-lugar donde se genera, se concreta y se simboliza el conocimiento de los actores locales y desde donde se producen modelos o proyectos de vida colectivos que han hecho frente, en muchos sentidos al sistema neoliberal. Así, lejos de pensar que la globalidad neoliberal logró desbaratar todo tejido comunitario, habría que insistir en la necesidad de analizar experiencias donde los espacios comunitarios rurales, aun inmersos en el sistema, han logrado sostenerse, emprendiendo una lucha por la defensa de sus territorios.

Pero, ¿Cómo los actores sociales producen y reproducen sus espacios de vida? ¿Qué significa el territorio para los actores?¿Qué papel desempeña la cultura-identidad en el proceso de producción del territorio y cómo se objetiva en el diario vivir de los actores en una comunidad campesina? ¿Sobre qué pilares se sustenta la defensa de sus espacios de vida, sus territorios-lugares? ¿Es posible construir proyectos colectivos de vida, aun estando inmersos en una dinámica global?

En la tesis de doctorado El largo y azaroso andar en la producción del territorio. La comunidad anclada de San Pablo Ixáyoc, Texcoco y la regulación de sus bienes naturales de uso común, se abordan éstas y otras interrogantes a partir de un estudio de caso concreto, pero representativo de una región ubicada en la sierra texcocana conformada por cinco comunidades campesinas, que hoy más que nunca ven amenazados sus territorios con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Retomando la metodología de la investigación-acción a lo largo de siete años de acompañamiento en campo, se llevaron a cabo diversas tareas encaminadas a tratar de comprender el largo y azaroso camino, lleno de incertidumbre, tropiezos, sueños, conflictos que implica producir un espacio colectivo de vida, donde día tras día los actores, en la toma de decisiones, se enfrentan a la paradoja de lidiar entre dos lógicas, la liberal y la comunitaria, a la manera de un “desgarramiento” que pareciera inevitable (Touraine, 2006) en la producción y defensa de sus territorios.

Así, uno de los objetivos centrales de la investigación fue tratar de comprender el fino tejido comunitario que tejen los actores en la producción de su espacio de reproducción inmediato, la comunidad, para entender las estrategias de defensa que emprenden los actores desde su cotidianidad y su entorno cultural e identitario, observando la importancia que tiene para los actores fortalecer y reproducir las diversas manifestaciones culturales, entre éstas la celebración colectiva de los ciclos festivos, la realización de las fiestas patronales, así como el mantener sus formas de gobierno y organización propias, ya que éstas alimentan un sentimiento de territorialidad entre los actores, fortaleciendo con esto su identidad, más aún en condiciones de profundas transformaciones.

La región Atenco-Texcoco y en particular el municipio de Texcoco, desde ya hace más de tres décadas, como resultado de una política de descentralización hacia la ciudades medias, impulsada por el gobierno federal a inicios de la década de los ochenta, mostró cambios sustanciales en la dinámica económica, política, social y cultural de la región, entre estos: cambio en los patrones de movilidad poblacional, no sólo intrarregional, sino a nivel nacional, lo que conllevó a un acelerado y mal planeado crecimiento de la mancha urbana con el impulso de proyectos de construcción de viviendas tanto de interés social como particulares, sacrificando áreas agrícolas e impactando con esto los bienes naturales, siendo la contaminación y agotamiento de fuentes de agua tanto superficiales como subterráneas, uno de los problemas más agudos que enfrenta actualmente el municipio de Texcoco.

Otro de los cambios que se desprendieron de esta política, fue la tensión generada entre distintos sectores de la población en torno a la competencia por los usos del agua; por un lado el uso urbano, y el uso productivo entre campesinos de autoconsumo y pequeños productores de cultivos comerciales, ya que como parte de la política económica para incentivar procesos de reconversión productiva, los gobiernos estatal y municipal impulsaron diversos apoyos económicos para los productores que incursionaran con cultivos comerciales.

Esta situación del crecimiento desmesurado de la mancha urbana y los cambios en los patrones de cultivo, impactaron las formas de percibir los bienes naturales de uso común por parte de las poblaciones, así como las formas de organización para acceder a éstos, lo que se tradujo, en algunos casos, en la pérdida de ciertas formas de gobierno local en espacios que en otro momento figuraron como comunidades con ciertos rasgos de autonomía; pero también, en el caso de las comunidades serranas, se observó un reforzamiento interno de sus instituciones, formas organizativas y mecanismos de control comunitario para preservar sus bienes naturales de uso común y con esto la defensa de sus espacios y modos de vida, destacando en estos casos, el tipo de relaciones sociales que se tejen a partir de la reciprocidad, solidaridad y ayuda mutua, características sobre las que se sustenta el trabajo en las comunidades campesinas serranas: trabajo para la decisión (la asamblea), trabajo para la coordinación (el cargo), trabajo para la construcción (el tequio) y el trabajo para el goce (la fiesta).

Estas diversas formas de participación colectiva comunitaria, que se concretan en las distintas formas de trabajo y deben observarse por todos los miembro de la comunidad, se constituyen en los pilares sobre los cuales se sustenta el sentimiento de territorialidad-identidad de los actores que ha permitido, hasta hoy, la defensa de sus territorios y con esto de su modo de vida campesino en las comunidades serranas de Texcoco, ya que como bien lo menciona Milton Santos (2005) el territorio visto desde esos espacios-lugares de horizontalidad, de vecindad, contigüidad, se constituyen en “la sede de las resistencias y de la transformación del territorio” y por ello, resulta importante volcar nuestra mirada hacia esos espacios, lugares-comunidades, donde día tras día, desde su cotidianidad, los actores producen nuevas formas de vivir el mundo de otros modos.