La frontera, entre el pasado y el presente. Revisita a la cuestión de los refugiados guatemaltecos en México y su relación con las instituciones políticas locales.*

Refugiados guatemaltecos. La autoría de la foto es: Carlos Camacho Nassar, Carla Aguilar Stwolinsky, Memoria de la esperanza: el retorno de los refugiados guatemaltecos, Guatemala, CEAR, 1997, pág. 159.

María Dolores Palomo Infante

CIESAS Sureste

Los Estados nacionales legislan y gestionan a nivel macro sobre la vida de las personas del territorio de su jurisdicción. Sus relaciones, decisiones, acciones, acuerdos y legislación configuran el marco en el que se desarrollan los procesos a escala nacional e internacional. Desde luego, los resultados son visibles en los ámbitos regional y local. Pero aquí, en estos espacios, otras instituciones son las que gestionan y administran los procesos e incluso la vida de los habitantes de sus jurisdicciones; gestión y procesos que adquieren características particulares en las zonas fronterizas. Nos referimos a las instituciones políticas locales, particularmente a los ayuntamientos y sus agencias municipales; a las instituciones ejidales; y a otras instancias que, aun siendo informales o espontáneas, han tenido a lo largo del tiempo un importante papel en la gestión de los asuntos cotidianos y los problemas fronterizos, a menudo conflictivos y generadores de tensiones a diversos niveles. Nos preguntamos sobre el carácter y el papel de estas instituciones locales en la resolución de las tensiones en la frontera; y si éstas llegan a sustituir al Estado en esta región. La importancia de indagar sobre este aspecto radica en que los resultados nos permitirán hacer propuestas para diseñar una política cercana, de cuestiones cotidianas, que acerque las instituciones a la gente, con una dimensión transfronteriza, sobre todo en regiones en las que la presencia del Estado sólo se manifiesta a través de instituciones de control, como son las fronteras.

En un estudio de largo recorrido que inicia en los tiempos posteriores a la revolución mexicana, a partir de la década de 1940, cuando comenzaron a conformarse y a funcionar las instituciones ejidales, y que se prolonga hasta hoy en día, hemos ido descubriendo en la documentación de los archivos y a través del trabajo de campo, aspectos interesantes sobre la vida y la intervención de estas instituciones políticas. Es cierto que en las fronteras se producen problemáticas de repercusiones nacionales e internacionales; los problemas migratorios, el narcotráfico, o cuestiones de seguridad nacional son asuntos atendidos por las instancias del Estado correspondientes. Pero también en estas mismas fronteras se desarrollan otros procesos más cotidianos, de “menor envergadura”, pero no por ello menos importantes. Estos problemas se relacionan con aspectos que tienen que ver con los movimientos de población, el comercio ilegal y la “porosidad” del territorio, entre otros asuntos. Estos son los que consideramos que son manejados por las autoridades e instituciones que se desenvuelven a nivel local.

La amplia franja fronteriza entre Guatemala y México obliga a delimitar una región de análisis, pues cada tramo ofrece características particulares. En este caso nos centramos en La Trinitaria, en Chiapas, municipio fronterizo donde se establecieron una gran cantidad de campamentos de refugiados, y donde las problemáticas transfronterizas que abordamos han sido una constante a lo largo de la historia. El análisis no estaría completo si no contempláramos las dinámicas del otro lado de la frontera, de los centros de población guatemaltecos que interactuaron con los mexicanos. De tal forma, incluimos en el análisis a las municipalidades del departamento de Huehuetenango, que interactuaron –y aún hoy en día— con las localidades mexicanas. Son problemáticas renovadas, pero con un trasfondo al que podemos dar seguimiento desde larga data en los documentos históricos.

De todas las problemáticas que se refieren a la frontera, en este espacio haremos una revisita al “problema” de los refugiados, para reflexionar sobre cuál fue –y es– su relación con las instituciones políticas locales, y cuáles fueron sus propias instituciones, las que gestionaron la vida en el refugio. El acercamiento que pretendemos hacer sobre este tema es un análisis desde la memoria, la de los de aquí, los que se quedaron, y de la de aquellos que retornaron. La idea es acercarnos a este tema sin repetir lo que ya se escribió y analizó en el mismo periodo del refugio, el traslado a otros estados y el retorno de algunos de ellos.[1] Por lo tanto, hemos buscado nuevas fuentes documentales, sobre todo de archivos guatemaltecos; también hemos echado mano a la hemeroteca; y acudimos a la memoria a través de las entrevistas de algunos protagonistas de aquella época.

Uno de los hallazgos encontrados hasta ahora es que históricamente, todos los pueblos de la región fronteriza eran pueblos indígenas; sin embargo, varios de ellos, en diferentes momentos, se ladinizaron, lo que hizo que esta población ladina acaparara los ámbitos de poder a nivel local lo que tuvo consecuencias importantes. De esta forma, la composición del ayuntamiento de La Trinitaria –y de otros municipios cercanos, como Las Margaritas– cambió de carácter étnico. Sin embargo, las colonias y agencias municipales siguen siendo gestionadas en su mayoría por indígenas.

Debido a la llegada de refugiados a México, a lo largo de la frontera se establecieron una gran cantidad de campamentos independientes en terrenos de diversa procedencia, en las cercanías de los ejidos o de otras localidades. En La Trinitaria se conformaron varios de ellos, alguno que otro emblemático, como La Gloria o Cieniguitas.

Si atendemos a la documentación de los archivos municipales, observamos que prácticamente no hay información que nos remita a las problemáticas relacionadas con el refugio. Estos archivos y tipos de fuentes tienen datos sobre la vida de la cabecera y muy poca sobre las de las colonias o agencias municipales. Tampoco encontramos información relevante sobre los campamentos. Pareciera como si la presidencia municipal se desentendió de esta problemática de las localidades o núcleos de población que fundamentalmente eran indígenas, para centrarse en los problemas de la cabecera, habitada por un gran número de población ladina. Por esta razón, sólo se registran aquellos asuntos que afectan a la población de la cabecera.

Aunque algunos problemas necesariamente tenían que llegar hasta esta institución local,[2] observamos que inicialmente eran atendidos por el representante del campamento, que ejerció como una primera instancia para varios asuntos.[3]

Los refugiados tuvieron un contacto más directo con las autoridades ejidales, principalmente el comisariado ejidal, ya que mucha población refugiada se estableció en las cercanías o en los mismos ejidos, por lo que la interrelación fue mucho más directa. Tras cruzar la frontera “la gente buscó donde huir, protegerse; la mayoría se concentró por Rodulfo Figueroa, unos tres o cuatro meses.”[4] Don Antonio nos comentó que en su comunidad

“hay varios que quedaron ahí, ahora son ejidatarios con derechos, son mexicanos legalmente, son como unas cinco familias. Pidieron ingreso y se les aceptó… Están totalmente integrados al ejido. Mantienen relación con la gente de Guatemala. Unos tienen relación con sus familias en Chacaj, de donde son originarios, otros en San Antonio Huixtla, son fronterizos, tienen relación, llegan sus familiares. En los ejidos Flor de Mayo y Agua Zarca también hay gente de Guatemala que se quedaron ahí, unos ejidatarios y otros avecindados, llevan su vida normal como mexicanos.”[5]

La creación de campamentos permitió abrir paso a otras instituciones, muchas de ellas que surgieron desde la informalidad, como asociaciones de ayuda, y luego organizaciones sociales que son las que gestionaban esta problemática y se convirtieron en intermediarias con los gobiernos nacionales. Nos referimos, por ejemplo, a ACNUR y COMAR, pero también a la Iglesia católica que a través del Comité Cristiano resolvió muchas situaciones.[6] “Los primeros que llegaron a apoyar fueron los del comité cristiano, de la iglesia católica, llegó un poco de ayuda, luego se formó la COMAR, llegan alimentos, maíz, frijol, ropita vieja…”. [7]

Es aquí donde podemos ubicar a las Comisiones de Representantes de los refugiados, por ejemplo. “…como los gobiernos ya dialogaban con la guerrilla, se formó una comisión dentro de los diferentes campamentos, con Campeche y gente de aquí, una comisión que le decían Comisión Permanente, para participar en los diálogos, negociando, viendo terrenos, pidiendo al gobierno que buscara fincas…”[8] Fue importante la intervención de estos organismos. Antes de la firma de los tratados de paz ya habían retornado a Guatemala algunos refugiados. Sin embargo, las hostilidades en sus pueblos continuaban, excepto en aquellos asentamientos que se habían conformado con el retorno: “Ya después algunos que nos visitaron, platicaron que ellos escuchaban los bombardeos alrededor, y los combates entre la guerrilla y los soldados. Sonaban balazos por aquí y por allá, día y noche por aquí y por allá, pero no se metían a los asentamientos que formaron los que regresaron. Porque había comunidades internacionales vigilando, observadores, no se metían los soldados ni la guerrilla.”[9]

Cada campamento tuvo su propio gobierno desde el momento en que se conformaba: “el agente municipal con su suplente desde que llegamos, con sus seis policías, secretario, tesorero. Antes teníamos un representante general, era el que se manejaba por la alimentación, el apoyo que nos daban”[10] Con el paso del tiempo, los campamentos se han ido adaptando a la organización institucional mexicana, bien como localidades con agencias municipales, bien como ejidos con comisariados ejidales. Y ello no ha estado desprovisto de tensiones al interior. En un caso reportado, encontramos ambos cuerpos de autoridades de forma simultánea, lo que pensamos que se corresponde en origen con una incongruencia en cuanto al tipo de núcleo de población en el que se asentaron. Esto, desde luego, es una conclusión provisional.

Algunas de las declaraciones realizadas por antiguos refugiados que se quedaron en México explican las actuales relaciones instituciones locales, como los ayuntamientos:

“por parte del municipio no hemos recibido nada, bueno, algunos grupos están con partidos, pero una ayuda, un proyecto para la comunidad, aquí nadie nos ha regalado un litro de arena.

Sí, solicitamos una agencia con el presidente municipal Agustín López Lara, ya estaba el proyecto para la agencia y resulta que nunca firmó. Hay una nueva agencia que se está construyendo, pero entre la gente nos estamos obligando a cooperar. Cada año se cambia el agente municipal, yo ya fui dos veces agente municipal, … Lo único que se logró es cuando Fernando López, de Rubén Jaramillo, estuvo unos años en la Secretaría de Pueblos Indios, es cuando se logró algo, la perforación lo dio un Presidente Lindoro Jiménez, pero la bomba y luz ya fue por parte de la SEPI, por eso tenemos agua ahorita.”[11]

Sentimos que el resultado del proceso de integración no está concluido, ni tan siquiera desde el punto de vista institucional. No obstante que la mayoría de población refugiada ya es mexicana, de pleno derecho, y que participa de la vida política del país, apreciamos cómo las instituciones de los “refugiados” tienen un sentido identitario propio y diferente a las “mexicanas”; además, demuestran cierto sentido de ¿discriminación? ¿ciudadanos de segunda? Es un reto la integración total, y en ese sentido se convierte en importante poner esto de manifiesto, para procurar que las políticas públicas tengan en consideración esta situación.

La vida en estas poblaciones no es fácil, aunque debemos señalar que en este sentido es similar en aquellas que no fueron originalmente campamentos. Es notable la migración laboral de muchos refugiados a Cancún o Estados Unidos, tanto si nos referimos a los que se quedaron en campamentos chiapanecos, como los que fueron trasladados a los de Campeche y Quintana. Don Juan, refugiado que estuvo en El Chupadero, después en un campamento de Campeche y actualmente regresó a San Francisco de Asís, declara que: “Muchos paisanos están en Cancún trabajando”.[12] Y don Francisco apunta: “no hay donde trabajar aquí, se van jóvenes, señores, hasta mujeres se van, muchos están trabajando, hasta que los agarren y los deporten…muchos se van a chambear lejos, a Cancún, a Playas, a los Estados Unidos, estos tardan un buen tiempo.”[13] Igual sucede con los que retornaron a Guatemala.[14]

Estos son algunos de los hallazgos que de forma provisional hemos encontrado sobre el funcionamiento de las instituciones locales en los pueblos de la frontera ante la situación del refugio. El análisis más sistemático de la información nos hará llegar a conclusiones más sólidas.


 

[*] Este documento son algunos avances del Objetivo Q: “Las instituciones políticas de los pueblos originarios de la región transfronteriza México-Guatemala, trayectoria histórica y análisis de las principales tensiones contemporáneas con los estados nacionales”, del proyecto: Región transfronteriza México-Guatemala: dimensión regional y bases para su desarrollo integral (primera fase, 2017-2018), coordinado por Tonatiuh Guillén López. Financiado por: Fondo Institucional de Fomento Regional para el Desarrollo Científico, Tecnológico y de Innovación (FORDECYT), del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACYT).

[1] Hay una amplia bibliografía que se refiere al tema; la mayoría de los trabajos se hicieron en el momento del refugio o en fechas cercanas, tratando de poner en evidencia la situación de esta población, a través de diagnósticos o análisis que permitieran la movilización de recursos para buscar una solución; y, posteriormente, para reflexionar sobre las condiciones de integración y la vida en México de los refugiados. Es imposible hacer una relación completa de toda la bibliografía en un espacio como éste, sin correr el riesgo de cometer graves omisiones.

[2] En la escasa información que hemos encontrado hasta el momento sobre asuntos atendidos en la presidencia municipal, tenemos, por ejemplo, un caso de violación por parte de un refugiado. Archivo Histórico de la Trinitaria, Caja 30, Exp. 2354, 1987-1988.

[3] Archivo Histórico de la Trinitaria, Caja 30, Exp. 2354, 1987-1988.

[4] Para proteger la identidad de las personas entrevistadas, utilizaremos seudónimos. Entrevista a don Francisco, Cieneguitas San Francisco de Asís, 29 de abril de 2018

[5] Entrevista a don Antonio, ex comisario ejidal de Río Grande, realizada en Cieneguitas San Francisco de Asís, 29 de abril de 2018.

[6] Es innumerable la documentación que generaron estos organismos durante el tiempo que atendieron a los refugiados. Informes, diagnósticos, programas, documentos surgidos de la dinámica de las relaciones entre estas organizaciones, los Estados mexicanos y guatemaltecos, otras organizaciones y la población refugiada. Parte de esta documentación la hemos localizado en el Archivo Histórico del Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (CIRMA), en Antigua Guatemala; también existe un fondo sobre refugiados en el Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México, al que aún no hemos podido tener acceso.

[7] Entrevista a don Francisco, Cieneguitas San Francisco de Asís, 29 de abril de 2018

[8] Entrevista a don Francisco, Cieneguitas San Francisco de Asís, 29 de abril de 2018

[9] Entrevista a don Francisco, Cieneguitas San Francisco de Asís, 29 de abril de 2018

[10] Entrevista a don Francisco, Cieneguitas San Francisco de Asís, 29 de abril de 2018

[11] Entrevista a don Francisco, Cieneguitas San Francisco de Asís, 29 de abril de 2018

[12] Entrevista a don Juan, Cieneguitas San Francisco de Asís, 29 de abril de 2018.

[13] Entrevista a don Francisco, Cieneguitas San Francisco de Asís, 29 de abril de 2018.

[14] Información proporcionada por el Dr. Luis Bedoya sobre retornados de Fray Bartolomé, en Guatemala, que tienen una alta tasa de emigración tanto a México –principalmente a Cancún– como a Estados Unidos (Comunicación personal)