Beatriz Calvo Pontón
CIESAS-Ciudad de México
Presenté las siguientes palabras en el homenaje a Luz Elena Galván Lafarga, llevado a cabo el 28 de noviembre de 2018 en Casa Chata, Tlalpan, organizado por la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación, con el apoyo del Seminario de Historia de la Educación y del CIESAS. Cabe mencionar que nuestra querida Luce falleció solamente dos meses después, el 31 de enero del 2019. Nadie se lo imaginaba, pues el día de su homenaje se veía bonita, alegre, optimista, satisfecha, como siempre fue ella. Por ello, quiero reproducir lo dicho en ese momento, pues mis palabras estaban llenas de amor y sinceridad por los tantos años que compartimos. Luce, donde quiera que estés, siempre te sentiré cerca.
Querida Luce, queridas y queridos familiares, colegas, amigos y amigas:
Me resulta sumamente satisfactorio y emocionante dirigir estas breves pero muy sentidas palabras a nuestra querida Luce. De entrada, quiero comentar que nos conocemos desde hace “escasamente” 44 años. El 1º de abril de 1974 ingresé al CIS-INAH como becaria en el Programa Antropología de la Educación, dirigido y coordinado por Guillermo de la Peña, el cual estaba conformado por un nutrido número de participantes. Allí conocí a Luce, quien ya era becaria de meses atrás. Desde entonces, ha sido no solamente una colega y compañera de proyectos de investigación, sino una entrañable y leal amiga. Juntas, hemos compartido grandes momentos de nuestras vidas profesionales, personales y familiares. Se dice fácil, pero 44 años significan toda una vida. Prueba de ello, es que en el CIS-INAH, vimos crecer a nuestros hijos e hijas, desde su niñez, su adolescencia, su juventud, hasta su edad adulta. Así pues, de jóvenes becarias hemos pasado a ser “respetables” abuelas. Durante estos años, nuestra amistad creció al grado tal, que, junto con Clara Elena Suárez “quien se nos adelantó en el camino de la vida, hace cerca de un año”, y Luz María Mohar, compartimos experiencias y momentos muy hermosos con nuestras respectivas familias: congresos, convivios, fiestas de nuestros hijos, viajes, campamentos… También nos acompañamos en momentos tristes y difíciles, pero siempre hubo un gran apoyo, solidaridad y acercamiento entre nosotras.
Y es en este sentido que les platicaré algunas experiencias que Luce y yo compartimos a lo largo de nuestro trabajo en el CIS-INAH/CIESAS. En el Seminario de Antropología de la Educación (1974-1978), cada participante tenía su propio proyecto de investigación. Al concluir el Programa, el grupo se desintegró; y tal parecía que la educación como tema de investigación ya no resultaba prioritario y, por tanto, desaparecería del CIS-INAH. Sin embargo, el Dr. Guillermo Bonfil Batalla, nuevo director general, autorizó que Luz Elena y yo mantuviéramos el espacio de educación, mismo que poco a poco creció con el ingreso de Mireya La Moneda Huerta, Ma. Eugenia Vargas, Susan Street y María Bertely Busquet.
A partir de ese momento, hasta 1984, Luce y yo compartimos nuestros proyectos sobre el magisterio nacional, primero, en el Programa VI “Ideología, cultura y educación” (1977 a 1979), con un proyecto centrado en la formación profesional de los profesores federales urbanos de educación primaria. Después, con otro trabajo sobre la capacitación docente de los maestros indígenas mazahuas de primaria en el Estado de México, en el marco del programa interinstitucional CIESAS-DGEI, “Evaluación del sistema nacional de educación indígena bilingüe y bicultural” (1980-1984). En ambos casos, partíamos del mismo tema. Luz Elena se encargaba de la investigación histórica y yo de la contemporánea. Así, durante muchos años, trabajamos de manera complementaria. Especialmente tengo recuerdos muy gratos de nuestro trabajo de campo en la región mazahua, pues ya como mamás, nuestras pequeñas hijas nos acompañaban a las comunidades, a casas de los maestros bilingües, a las escuelas y a los archivos.
En 1985, a consecuencia del terremoto en la Ciudad de México, varios investigadores del CIESAS decidimos detener nuestras investigaciones y, desde nuestro quehacer académico, llevar a cabo trabajos que dieran cuenta de las consecuencias en diferentes ámbitos. Así, nuevamente, Luz Elena y yo trabajamos juntas en un proyecto, cuyo objetivo fue conocer los efectos del terremoto en las escuelas de educación primaria. Hicimos trabajo de campo en una zona de desastre en el centro de la ciudad, visitamos campamentos construidos en las calles, al lado de las viviendas que estaban en peligro de colapsar, así como escuelas dañadas. Recuerdo que nos impactaron dos situaciones.
Por una parte, nos resultó sorprendente la forma como las personas de los campamentos enfrentaban las condiciones tan adversas en las que vivían, y las resolvían de manera práctica y, además, de buen humor. Al no poder habitar sus viviendas, pues los edificios estaban en peligro de colapsar, organizaron el espacio de las calles frente a ellas. Cada familia tenía el suyo. Allí colocaron lonas y tiendas de campaña, donde dormían y guardaban sus pertenencias de uso más inmediato. Las mujeres organizaban cocinas comunitarias, y maestros y docentes ofrecían “clases” en los parques públicos. Además, mantenerse en las calles era una forma de cuidar sus viviendas y protegerlas de las autoridades capitalinas, quienes los presionaban para que dejaran los campamentos y se instalaran en los albergues oficiales. Temían perder sus viviendas.
En segundo lugar, con respecto a las escuelas, nos resultó, no sólo muy impactante, sino sumamente indignante, la forma en que las autoridades manejaron la situación de desastre con la finalidad de minimizar la tragedia y darle contenido al eslogan “México está de pie”: muchos edificios escolares aún funcionaban, no obstante la obvia situación de inseguridad (bardas a punto de caer, frágiles escaleras para subir a segundos pisos, etcétera). Solicitamos en la Delegación Venustiano Carranza los dictámenes de las escuelas realizados por los ingenieros, con objeto de conocer la situación de las construcciones de los edificios escolares como consecuencia del terremoto. Obviamente, éstos nunca nos fueron proporcionados. Además, también descubrimos que la mitad de las construcciones derrumbadas en la ciudad eran planteles educativos, lo cual nos indicó el problema de la corrupción en la construcción de los mismos.
De ahí en adelante, por azares de la vida, sin dejar la educación como tema de investigación, trabajamos con proyectos diferentes “aunque compartíamos nuestros hallazgos y reflexionábamos sobre éstos en el espacio de las diferentes áreas del CIESAS en las que participamos”. A la fecha, seguimos como compañeras en el Área C “Procesos históricos, políticos y culturales. Siglos XVI-XXI” al investigar en el campo de la educación pública.
Desde nuestro ingreso al CIS-INAH hasta hoy día, también hemos trabajado juntas en la organización y en la participación como ponentes en eventos académicos como foros, simposios, mesas en congresos nacionales e internacionales. Y ahora nuevamente participamos en el importante proyecto inter-unidades “Estado, políticas y reconfiguración de lo público en educación. Espacios, actores y procesos”, realizado por colegas de las diferentes unidades del CIESAS y coordinado por Luz Elena y María. Identificamos un interés común con base en nuestras investigaciones, cada una con temas, planteamientos teóricos y estrategias metodológicas diferentes: rescatar lo público en educación, recuperar experiencias que evidencian cómo ha sido construido “desde abajo”, y analizar formas de recuperarlo. Acordamos escribir los textos en forma de narrativas, para lo que Luce y María fueron clave al orientarnos en esta forma de escribir textos. Buscábamos con ello dar cuenta de cómo la biografía personal de cada investigador se ha articulado con nuestra trayectoria laboral, y cómo hemos construido nuestros propios conceptos.
En este sentido, cabe mencionar que Luce y María, como coordinadoras, han hecho un trabajo extraordinario. Han logrado una participación comprometida y armónica de aproximadamente quince investigadores. Y entre todos, no obstante la distancia geográfica entre una unidad del CIESAS y otra, hemos logrado llevar a cabo un trabajo colegiado, cuyo resultado será un libro que pronto veremos en circulación. Gracias Luce, gracias María por impulsar esta forma de trabajo, que me hace recordar con cierta nostalgia los proyectos colectivos de antaño.
Nuestra amistad se extendió a otras colegas. No puedo dejar de mencionar a María Bertely, Susan Street, Ma. Eugenia Vargas, Luz Ma. Mohar y nuestra queridísima Clara Elena Suárez, quien, como decía, nos dejó el pasado 13 de enero.
Quiero terminar mi participación con el mensaje de la bella canción de Alberto Escobar, Coincidir, que resume lo que con mis palabras he querido transmitir: “tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir”. En mis palabras: tantos años (44), tantas experiencias, tantos lugares, y coincidimos en estar juntas.
Por último, te quiero expresar que admiro en todos sentidos, tu gran fortaleza y tu gran valentía para enfrentar grandes y graves problemas que se te han presentado en la vida, así como tus enormes ganas de vivir. Nos has dado lecciones de ello. Te queremos mucho y te deseamos, junto con tu familia, lo que te mereces: ser feliz.
Muchas gracias